Las experiencias de corte progresista y democrático
que parecen haberse afianzado definitivamente en América del Sur, significan un
hallazgo inesperado en materia geoestratégica mundial y, a la vez, una
transformación superlativa que en términos culturales ha debido sobreponerse a
fabulosos procesos de restauración conservadora que, en la mayoría de los
casos, han fracasado por la debilidad de la base social que los patrocinaba,
inversamente proporcionales a la potencia de la prédica de las grandes
corporaciones mediáticas, embretadas en la ardua tarea de la construcción de una
oposición política presentable, cuando no, de explícitos intentos golpistas.
Los avances en materia de crecimiento económico,
distribución más equitativa de la riqueza, políticas públicas inclusivas,
educación, salud, conquista de derechos, memoria y justicia, no reconocen
antecedentes en los dos siglos de historia de estas naciones artificiosamente
divididas por fuerzas imperiales para facilitar su dominación.
Por eso, el proceso de unidad que se
concretó a partir de convergencias genuinas en organismos internacionales
latinoamericanos (MERCOSUR, UNASUR, CELAC, ALBA), prescindentes y alternativos
de la tutoría conservadora de la OEA, expresan justamente un cambio cultural
profundo que retrotrae a la idea de la gran Nación latinoamericana inconclusa.
El sueño continental de nuestos libertadores.
El primer resultado,
impactante por cierto, es el reconocimiento del MERCOSUR, con el reciente
ingreso a dicho mercado de Venezuela, como quinta potencia económica mundial.
Un dato de la realidad, impensable hace apenas una década. Ahora con la entrada de Venezuela, el MERCOSUR se ha convertido en uno de
los más grandes bloques comerciales en el mundo. Con su Producto Interno Bruto
(PIB) nominal de 3.3 millones de millones de dólares está disputando el tercer
lugar con el bloque asiático ASEAN (formado por 11 países cuyo PIB combinado
oscila entre 3.2 a 3.3 millones de millones de dólares), entre las uniones
comerciales más importantes del planeta, colocándose detrás del NAFTA (Estados
Unidos, Canadá y México con el PIB estimado en 18.6 millones de millones de
dólares) y Unión Europea compuesta por 27 países con el PIB total de 17.7
millones de millones de dólares.
No obstante estas conquistas indiscutibles, estos
mismos gobiernos democráticos tiene deudas pendientes en materia de “profundización
de los modelos”, que amenazan convertirse en el futuro en un evitable e
innecesario Talón de Aquiles del nuevo paradigma regional.
Muchas medidas se adoptan, se anuncian, y sus efectos
tardan en ser advertidos por la ciudadanía o, directamente, nunca llegan o se
constituyen en pretextos ideales para los cacerolazos de la derecha (en ese
sentido, la columna de esta mañana de Eduardo Anguita en Radio Nacional traza
una semblanza perfecta).
Hay áreas de gobierno específicas (por ejemplo, en la
Argentina), en que las iniciativas se anuncian y se concretan de inmediato.
Esto se advierte claramente en economía, particularmente en el área de comercio
exterior, en el ANSES y en materia de Relaciones Internacionales, por citar
algunos casos.
En otras áreas, en las provincias y en los municipios,
esta relación casi automática entre la decisión política y su puesta en
práctica no muestran la misma ejecutividad.
En Venezuela, las gestiones estaduales, al igual que
en el caso de Argentina, no pueden emular la prepotencia política de los
gobiernos centrales en materia de gestión de las contradicciones.
El diputado venezolano Héctor Navarro, al referirse
públicamente al “descontento”
que se ha generado en Venezuela, en torno a la gestión pública y a la
burocracia, admitió que “sí hemos
tenido algunas fallas de gestión pública” , pero que igualmente “el
pueblo se siente identificado con
Chávez, lo que, además de marcar una peligrosa obviedad, revela la
inconsistencia del país en materia de Gobernanza (que alude precisamente al proceso de toma de decisiones y la forma en que
las decisiones son implementadas, o no1), librada por ahora al enorme crédito de
que goza el líder bolivariano.
Insisto, no es demasiado diferente lo que ocurre en
algunas áreas de gobierno argentinas, déficit éste que se soslaya con el
recurso al histórico liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner.
Desde una perspectiva nacional, popular,
latinoamericana y antimperialista, es posible observar que muchas de estas
experiencias históricas de acumulación de poder popular, que fueron abortadas
en sus primeras expresiones, sucumbieron a manos de las presiones explícitas
del imperialismo y las oligarquías locales.
La indecisión de las experiencias nacionalistas
populares al momento de ceder la vanguardia de estas transformaciones a la
clase obrera, y la consiguiente defección a la hora de construir
movimientos nacionales liderados por los sectores más dinámicos de la sociedad, que
emprendieran la histórica tarea de afectar la propiedad de los medios de producción, constituyeron los límites objetivos de aquellos avances sociales y políticos sin precedentes.
Quizás, el desafío de la hora siga siendo el mismo: la
superación de una etapa de corte nacionalista, y el avance en aras de medidas socialistas
autóctonas de gestión del caos.