El Presidente Putin advirtió hace poco días a Israel que debería meditar bien un eventual ataque a Irán, pues esa hipótesis implicaría una posibilidad de la que podría arrepentirse en el futuro. Un dato no menor es que el premier hizo esta dura advertencia, increíblemente, desde Israel, oportunidad en la que también se comunicó telefónicamente con Hugo Chávez, para repasar aspectos implicados en las relaciones bilaterales entre Rusia y Venezuela, especialmente los vinculados a aspectos técnico militares. Ambas posturas, no son fácilmente conciliables, si se atiende a que Rusia participa nuevamente de importantes maniobras militares con la OTAN, llevadas a cabo en las proximidades de las costas españolas, en las que interviene el submarino de la flota del Mar Negro "Alrosa", que por primera vez abandona su lugar de asentamiento natural, y otras naves menores, según informa el sitio defensasur.com.ar. Como se observa, la construcción de una nueva multipolaridad mundial no es una tarea fácil ni lineal, y debe ser leída teniendo en consideración los alineamientos fluctuantes y la relación de fuerzas políticas, económicas y militares que los condicionan. El caso puntual de Rusia, además, genera expectativas y reservas por igual. Es sabido que la recuperación de su rol de potencia mundial (en especial a partir de la importancia de sus enormes recursos hidrocarburíferos y gasíferos, y el resurgimiento acelerado de su industria militar) supone, en teoría, un límite objetivo para el Imperialismo y para occidente en su conjuntoEs sabido que la recuperación de su rol hegemónico supone, en teoría, un límite objetivo para el Imperialismo y sus aliados. A la vez, su singular proceso de acumulación de capital, la emergencia de una nueva oligarquía, heredera de la vieja burocracia estatal soviética, la naturalización de grandes organizaciones ligadas a prácticas delictivas organizadas que exceden largamente sus fronteras nacionales, significan una luz de alerta objetiva, al igual que la desigualdad social extrema que provoca su organización política, no exenta de datos autoritarios. Eso no impide que sean países latinoamericanos algunos de los principales compradores de armas rusas.
Justamente por esras múltiples razones, la articulación de alianzas tácticas y estratégicas de Argentina, por fuera de los límites hemisféricos, requiere un nivel de análisis e interpretación de la realidad mundial, compatible con las nuevas lógicas del Imperio y sus disputas intestinas, que deberá necesariamente escrutar las nuevas experiencias "antinorteamericanas" de algunas potencias, sus reclamos autonómicos y soberanos,su derecho a la autodeterminación, pero también sus prácticas en materias no precisamente subalternas, tales como el cumplimientos de estándares de Derechos Humanos y el acatamiento de las convenciones más importantes en la materia, el respeto por el pluralismo y la diversidad, la transparencia en sus actos de gobierno, la calidad institucional, sus niveles de democracia participativa, de inclusión social, de distribución de la riqueza, de cuidado del medio ambiente, etc. Comprender ese mundo multipolar desde lo político y lo económico, que continúa siendo tan unipolar desde lo militar como hace veinte años, no constituye una tarea sencilla. Pero esa complejidad global, acaso sin precedentes, no nos releva de la tarea de intentar entrever la nueva relación de fuerzas globales, ni la política de alianzas que debe seguir articulando la Argentina desde el punto de vista internacional. Estas perplejidades se profundizan, a poco que observamos los límites inelásticos que, evidentemente, el imperialismo intenta fijar a los gobiernos progresistas de la región, que después de 200 años de historia política parecen haber encontrado las claves para un destino común, y la forma en que las clases dominantes vernáculas (que también resultan afectadas por estas nuevas formas de gubernamentalidad), colaboran también mancomunadamente en la articulación de novedosas formas de interrupción institucional. En ese marasmo aparecen también, como en un cajón de sastre, inoportunos reclamos sectoriales, incomprensibles agitaciones dogmáticas, extremos infantilismos, pujas intestinas de poder, además de los consabidos aportes sistemáticos de las grandes empresas comunicacionales, que constituyen desde hace tiempo, las nuevas avanzadas orgánicas del establishment. Todos ellos contribuyen, intencionadamente o no, a debilitar los gobiernos populares. Sobre esto, indudablemente, mucho se ha escrito y se escribe a diario. Mucho menos se ha reparado, en cambio, en las alianzas políticas y geoestratégicas que se pretende oponer a este embate imperial, abstracción hecha de llamados reiterados (e indudablemente acertados) a la organización y la movilización de las masas. Tenemos claro que nuestros aliados estratégicos, históricos, son nuestros hermanos de Latinoamérica y los gobiernos progresistas de muchos de esos países, que conforman bloques en pleno proceso de consolidación, tales como el UNASUR, la CELAC, el MERCOSUR o la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América ( ALBA). Bastante más dificultoso es concluir a qué otras potencias extracontinentales podemos considerar aliadas de nuestro país, si algunas de ellas lo son de manera estratégica o meramente táctica, y si esas cruzadas unitarias responden a coincidencias conceptuales o a meros acuerdos coyunturales frente al orden internacional impuesto por el capitalismo. Irán es, objetivamente, un país agredido al que se pretende obligar a adoptar determinadas formas institucionales que se consideran obligatorias para toda democracia, en todo momento y lugar, en una vuelta al etnocentrismo más contumaz del siglo XIX. Pero eso no empece la consideración de que el país persa es exhibido por la prensa mundial hegemónica como un estado teocrático y autoritario, con prácticas punitivas atávicas y regresivas, algunos de cuyos funcionarios, incluso, están sospechados por la propia justicia argentina de haber participado en el más grande atentado vivido en nuestro país desde el advenimiento de la democracia (lo que de alguna manera explica la diferente intensidad de las relaciones entre Teherán y Buenos Aires, si se las compara con los aceitados vínculos de todo tipo que los iraníes han anudado con Venezuela). China es una potencia gigantesca, que ha tenido y tiene una relación compleja y pendular con los Estados Unidos, pero es a la vez un Estado comunista de partido único, en críptica convivencia con un sistema de producción neoliberal casi esclavista, que ejecuta a sus condenados y vulnera Derechos Humanos fundamentales, mientras se apreta a celebrar convenios históricos de libre comercio con los países suramericanos. Situaciones similarmente contradictorias podríamos enumerar respecto de la India (una potencia armamentística, clienta preferencial de Rusia en ese mercado) o Sudáfrica (un país de desigualdades sociales abismales que no termina de superar una cultura social estamentaria), por citar al resto de los países que integran el BRIC´S. También, en cada uno de los casos mencionados, podríamos destacar la importancia de la aparición de nuevos bloques de poder capaces de desafiar al “país imprescindible” y, por ende, de participar de las mismas contradicciones fundamentales que tenemos en América Latina con el orden establecido de la modernidad tardía.