“Debemos volver la mirada
hacia nosotros mismos, si tenemos el valor de hacerlo, para ver qué hay en
nosotros. Primero hay que afrontar un espectáculo inesperado: el striptease de
nuestro humanismo. Helo aquí desnudo y nada hermoso: no era sino una ideología
mentirosa, la exquisita justificación del pillaje; sus ternuras y su
preciosismo justificaban nuestras agresiones. ¡Qué bello predicar la no
violencia!: ¡Ni víctimas ni verdugos! ¡Vamos!”[1].
“Hay que sistematizar la
represión, organizar la cacería de argelinos. Y simbólicamente entrega los
poderes civiles a los militares, los poderes militares a los civiles. El
círculo se ha cerrado en torno al argelino, desarmado, hambriento, acosado,
atropellado, golpeado, linchado, asesinado como sospechoso. Actualmente, en
Argelia, no hay un sólo francés que no esté autorizado, incluso invitado a
hacer uso de su arma. Ni un sólo francés en Argelia, un mes después de la
llamada de la ONU a la calma, que no tenga permiso, obligación de descubrir, de
inventar, de perseguir sospechosos”[2].
Si bien la utilización de hornos crematorios para masacrar
a miles de judíos víctimas de la cultura concentracionista nazi es un dato
objetivo y emblemático de los crímenes de masa de la historia moderna, que se
presume conocido por todo el mundo, bastante menos sabido es que muchos
cadáveres de argelinos asesinados por los ocupantes franceses durante las
revueltas previas a la caída de Argel eran incinerados masivamente en hornos de
cal, casi contemporáneamente con aquel brutal exterminio, en lo que constituye
una analogía simbólica estremecedora[3].
Así como la liberación de la Francia ocupada constituye un
ícono de la recuperación de las libertades perdidas durante el predominio del
nazismo en plena guerra, se ha invisibilizado llamativamente la circunstancia
verificada que da cuenta que el mismo día de los emocionantes festejos
libertarios en París -el 8 de mayo de 1945-, los franceses
aniquilaban a 45.000 argelinos en Satif, por el solo hecho de luchar por la
misma idea de independencia que se festejaba en la metrópoli[4].
“En 1945,
los 45.000 muertos de Setif podían pasar inadvertidos; en 1947, los 90.000
muertos de Madagascar podían ser objeto de una simple noticia en los
periódicos; en 1952, las 200.000 víctimas de la represión en Kenya podían no
suscitar más que una indiferencia relativa. Las contradicciones internacionales
no estaban suficientemente definidas”[5].
Pero en Argelia la conciencia en sí y para sí de la
condición explotadora colonial y de la situación de explotados de los
colonizados había madurado desde hacía tiempo. El imperio tenía fecha de
vencimiento y sólo podía apelar a estrategias sangrientas de restauración del
orden que solamente iban a demorar el desenlace anunciado.
La originalidad del contexto
colonial es que las realidades económicas, las desigualdades, la enorme
diferencia de los modos de vida, no llegan nunca a ocultar las realidades
humanas. Cuando se percibe en su aspecto inmediato el contexto colonial, es
evidente que lo que divide al mundo es primero el hecho de pertenecer o no a
tal especie, a tal raza. En las colonias, el extranjero venido de fuera se ha
impuesto con la ayuda de sus cañones y de sus máquinas. A pesar de la
domesticación lograda, a pesar de la apropiación, el colono sigue siendo
siempre un extranjero. No son ni las fábricas, ni las propiedades, ni la cuenta
en el banco lo que caracteriza principalmente a la “clase dirigente”. La
especie dirigente es, antes que nada, la que viene de afuera, la que no se parece
a los autóctonos, a “los otros”[6].
En general, los crímenes cometidos por los países
coloniales han gozado de un piadoso silencio, y las escaladas de muerte
impulsadas por la burguesía, las fuerzas armadas y grupos paramilitares
franceses en Argelia, que culminaron en un intencional aniquilamiento de parte
de un grupo nacional, no constituyeron una excepción a la regla.
Aquel día de festejos parisinos, supuso réplicas de
reclamos libertarios masivos en toda Argelia. En Setif, lugar neurálgico donde
proliferaban los movimientos emancipadores, la policía disparó a mansalva
contra la población que desoyó la orden de retirar del espacio público banderas
y pancartas que documentaban las demandas de liberación nacional. Eso desató
una suerte de cacería del otro[7].
Al día siguiente, las fuerzas armadas francesas
intervinieron militarmente en el conflicto, bombardeando las costas y las
montañas donde se refugiaban los activistas locales. Se destruyen más de 40
ciudades y miles de personas murieron como resultado de esos ataques, que
incluían fusilamientos, masivos, secuestros, violaciones y asesinatos en los
que también participa sin limitación ética o jurídica alguna la temida Legión
Extranjera[8].
Una nueva cultura de la muerte, amparada en creaciones
jurídicas tales como el “derecho de emergencia” o el “estado de sitio de
hecho”, permitieron alumbrar el concepto de la Doctrina de la Guerra
Revolucionaria, que, aplicada en primer lugar en Argelia con el pretexto de no
reiterar los errores militares de Vietnam en 1954, constituyó a la burguesía
francesa y sus fuerzas armadas en una fuente de inspiración y exportación de
técnicas de poder destinadas al exterminio de grupos nacionales.
Como se ha indicado, el rastro de la represión fascista en
Hispanoamérica conduce a la casa matriz de Washington, pero la “fuente de
inspiración” del terror estuvo en París. La Escuela de las Américas, en Panamá,
creada en 1946 por EEUU, es también conocida como la “Escuela para dictadores”.
Allí se formaron 60.000 oficiales hispanoamericanos en las técnicas de tortura
y “lucha antisubversiva”[9].
Uno de sus profesores eméritos era Roger Trinquier (Foto), coronel del ejército francés
y principal ideólogo en temas de guerra sucia. “El ejército francés sistematizó y
teorizó las prácticas represivas puestas en marcha en Indochina y Argelia, y
que luego veremos reproducidas en todas las dictaduras: la tortura sistemática,
los secuestros en plena noche, las desapariciones, los vuelos de la muerte...
El ejército francés desarrolló los métodos con los cuales el imperialismo se
enfrentará a los movimientos revolucionarios con amplio apoyo popular. Basadas
en la extensión del terror con el objeto de perseguir y asesinar a la
estructura de cuadros de lucha y separar la organización del pueblo”[10]. “Para los colonos, la alternativa no está entre una Argelia argelina y
una Argelia francesa sino entre una Argelia independiente y una Argelia
colonial. Todo lo demás es literatura o intento de traición. La lógica del
colono es implacable y no nos desconcierta la contralógica descifrada en la
conducta del colonizado sino en la medida en que no se han descubierto
previamente los mecanismos de reflexión del colono” [11]. “Desde el momento en que el colonizado escoge la contraviolencia, las
represalias policíacas provocan mecánicamente las represalias de las fuerzas
nacionales. No hay equivalencia de resultados, sin embargo, porque los
ametrallamientos por avión o los cañonazos de la flota superan en horror y en
importancia a las respuestas del colonizado. Ese ir y venir del terror desmixtifica
definitivamente a los más enajenados de los colonizados. Comprueban sobre el
terreno, en efecto, que todos los discursos sobre la igualdad de la persona
humana acumulados unos sobre otros no ocultan esa banalidad que pretende que
los siete franceses muertos o heridos en el paso de Sakamody despierten la
indignación de las conciencias civilizadas en tanto que “no cuentan” la entrada
a saco en los aduares Guergour, de la derecha Djerah, la matanza de poblaciones
en masa que fueron precisamente la causa de la emboscada. Terror,
contra-terror, violencia, contraviolencia. He aquí lo que registran con
amargura los observadores cuando describen el
círculo del odio, tan manifiesto y tan tenaz en Argelia”[12].
Como dice Sartre,
en su histórico prefacio, Fanon
menciona de pasada los crímenes más recordados de la burguesía francesa
colonial -Setif, Hanoi, Madagascar-, pero no se molesta en condenarlos: los
utiliza. Si descubre las tácticas del colonialismo, el juego complejo de las
relaciones que unen y oponen a los colonos y los “de la metrópoli”, lo hace
para sus hermanos: “su finalidad es enseñarles a derrotarnos”[13].
Finalmente, lo que hace Fanon
es ingresar en el sistema de representaciones y en las subjetividades que
configuran las lógicas de los colonizados rebeldes, pero también de los colonos
capaces de crear un Estado y un Derecho paralelos, una nueva forma de control
social y dominación que reservaría hasta 1957 otras impresionantes matanzas en
territorio argelino[14].
Las “doctrinas militares contrainsurgentes” (DIC)
respondían a la convicción de que se estaba ante una guerra atípica, con un
enemigo difícil de identificar, que se mimetizaba con la población civil. Eso
hizo que las tácticas y estrategias de guerra partieran de la idea de la
“legalidad” de una situación de “estado de sitio de hecho”, en la que no había
límites para las atrocidades porque lo que estaba en juego era un “estilo de
vida” que se encontraba amenazado. Se trata de una transferencia de poder de la
autoridad civil (no autorizado por ésta, vale aclararlo) a la militar cuando
aquella se encuentra “sobrepasada” por las circunstancias derivadas de la
protesta social[15],
situación en la cual, como presunción inicial, todo civil debía ser considerado
un potencial enemigo.
Como vemos, esta relación con la otredad se renueva y se
repite en todos los genocidios. En el caso de Argelia, por ejemplo, no se duda
en crear y utilizar la OAS (Organisation
de L’armée Secrète), una organización paramilitar que encarnaría
el antecedente inmediato de las temibles Tres A en la Argentina, las bandas
armadas comandadas por la extrema derecha durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón, y en transferir el
poder civil al poder militar, maniobra en la que intervino con un rol
protagónico el Coronel Trinquier,
experto en control de la población durante la “batalla de Argel”, creador de
los grupos de tareas y autor del libro que en su edición argentina se titula
“Guerra, Subversión y Revolución”[16].
El denominado “decreto de noche y niebla” de la Alemania
nazi se reprodujo luego en las desapariciones forzadas de personas perpetradas
en Argelia, con el objeto de evitar, en ambos casos, que las víctimas fueran
recordadas como mártires, para lo cual debía prescindirse de la utilización y
de medidas de coerción tradicionales que
-como el enjuiciamiento o la prisión convencional- pudieran ser percibidas como
signos de “debilidad”[17].
Se sabe, también, que Trinquier
y su obra inspiraron a su vez al Comandante del Operativo Independencia en
Tucumán, General Acdel Vilas, en
una masacre donde fuerzas represivas oficiales, similares en número a las que
fueron destinadas a la Guerra de las Malvinas, enfrentaron a un grupo de
alrededor de cien combatientes del Ejército Revolucionario del Pueblo en los
selváticos montes del norte argentino,
oportunidad en la que “el ejército debió dejar de lado las tradiciones
caballerescas”, “las enseñanzas del colegio militar y sus leyes de guerra,
donde el honor y la ética son parte esenciales de la vida castrense, para
consustanciarse con este nuevo tipo de lucha”[18].
Trinquier fue también una figura admirada por el general Juan Carlos
Onganía, un dictador filofascista
y pro norteamericano que había sido designado presidente de facto argentino, luego que un golpe de estado derrocara al gobierno
radical de Arturo Illia en 1966[19].
En efecto, según Le
Nouvel Observateur, Onganía se
consideraba un discípulo del coronel francés 10 años antes del advenimiento de
la dictadura genocida de 1976[20],
lo que da la pauta de una continuidad en la forma de concebir el mundo, de
resolver la conflictividad social y política en base a la fuerza, y de promover
nuevas e inéditas formas de violación de los derechos humanos fundamentales.
Se trató de la primera demostración de globalización y exportación de estrategias de dominación y aniquilamiento de
grupos nacionales. Un producto cultural macabro que, lejos de haber sido
superado, se ha reconvertido y reclama su validez, vigencia y legalidad treinta
años después, a través de las lógicas imperiales de la guerra contemporánea.
[1] Sartre,
Jean- Paul: Prefacio a “Los condenados de la tierra”, de Frantz Fanon, p. 18.
[2] Lacoste, Robert, Ministro
Residente en Argelia, Résistance
Algérienne, Nº 4, 28/3/57.
[3] Arnau, Joan: “El
terror que viene de París”, disponible en http:// www.uce.es/DEVERDAD/ARCHIVO_
2005/19_05/DV19_05_00indice.html
[4]
Arnau, Joan: “El terror
que viene de París”, en http://www.uce.es/deverdad/archivo_ 2005/19_05/
DV19_05_00indice.html
[5] Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con
Prefacio de Jean-Paul Sartre,
Segunda Edición Liberada, enero de 2007, con traducción de Julieta Campos, p.
59, disponible en www.elortiba.org
[6] Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con
Prefacio de Jean-Paul Sartre,
Segunda Edición Liberada, enero de 2007, con traducción de Julieta Campos,
p. 29, disponible en www.elortiba.org. Mediante la explotación de los mercados
mundiales, la burguesía daba un carácter cosmopolita a la producción,
reservando a las colonias el rol de productores de materias primas. Para
completar la tarea en Argelia, necesitó apelar a la fuerza del derecho
imperial, a construir un nuevo relato dominante que se legitimaba, también en
este caso, a partir de la discriminación y el racismo.
[7] Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con Prefacio de Jean-Paul Sartre, Segunda Edición Liberada, enero
de 2007, con traducción de Julieta Campos, p. 29, disponible en
www.elortiba.org También en
http://www.uce.es/DEVERDAD/ARCHIVO_2005/19_05/DV19_05_22reporthist.html
[8] Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con
Prefacio de Jean-Paul Sartre,
Segunda Edición
Liberada, enero de 2007, con traducción de Julieta Campos, p. 59, disponible en
www.elortiba.org. Argelia
era por entonces uno de los países más fértiles del mundo. Se trataba del
antiguo granero de Italia, y estaba a sólo veinte horas de viaje a Francia.
[9]
Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con Prefacio de Jean-Paul Sartre, Segunda Edición Liberada, enero de 2007, con
traducción de Julieta Campos, p. 59, disponible en www.elortiba.org. Argelia
constituyó, en verdad, una escuela de guerra para los oficiales y soldados
franceses, en la que también recibieron entrenamiento y formación militar todos
los militares franceses que ganaron laureles en la guerra de Crimea. Ver también http://www.uce.es/deverdad/archivo_2005/19_05/DV19_05_22
reporthist.html
[10] Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con Prefacio de Jean-Paul Sartre, Segunda Edición Liberada, enero
de 2007, con traducción de Julieta Campos, p. 59, disponible en
www.elortiba.org
[11] Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con
Prefacio de Jean-Paul Sartre,
Segunda Edición Liberada, enero de 2007, con traducción de Julieta Campos, p.
59, disponible en www.elortiba.org
[12]
Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con Prefacio de
Jean-Paul Sartre, Segunda Edición
Liberada, enero de 2007, con traducción de Julieta Campos, p. 69, disponible en
www.elortiba.org
[13] Sartre,
Prefacio al libro de Fanon.
[14] Fanon, Frantz: “Los condenados de la tierra”, con Prefacio de Jean-Paul Sartre, Segunda Edición Liberada, enero
de 2007, con traducción de Julieta Campos, p. 69, disponible en
www.elortiba.org
[15] Périès, Gabriel: “La doctrina militar
contrainsurgente como fuente normativa de un poder de facto exterminador basado
sobre la excepcionalidad”, en Feierstein, Daniel (compilador): “Terrorismo de
Estado y Genocidio en América Latina”, Editorial Prometeo, Buenos Aires, p. 229
y 245.
[16] Editorial Rioplatense, 1975.
[17] Mattarollo,
Rodolfo: “Noche y niebla y otros escritos sobre Derechos Humanos”, Ediciones Le
Monde Diplomatique, “el Dipló”, Buenos Aires, 2010, 19.
[18]
Périès, Gabriel: “La doctrina militar contrainsurgente como
fuente normativa de un poder de facto exterminador basado sobre la
excepcionalidad”, en Feierstein, Daniel (compilador): “Terrorismo de Estado y
Genocidio en América Latina”, Editorial Prometeo, Buenos Aires, p. 244 y
Gutman, Daniel: “Sangre en el monte: La increíble aventura del ERP en los
cerros tucumanos”, Editorial Sudamericana, p. 165.
[19] Périès, Gabriel: “La doctrina militar
contrainsurgente como fuente normativa de un poder de facto exterminador basado
sobre la excepcionalidad”, en Feierstein,
Daniel (compilador): “Terrorismo de Estado y Genocidio en América Latina”,
Editorial Prometeo, Buenos Aires, p. 244, y Gutman,
Daniel: “Sangre en el monte: La increíble aventura del ERP en los cerros
tucumanos”, Editorial Sudamericana, p. 165.
[19] Anguita,
Eduardo - Caparrós, Martín: “La
voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina (1966-1973),
Editorial Norma, Buenos Aires, Tomo I, 1997, p. 34.
[20] Anguita,
Eduardo - Caparrós, Martín: “La
voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina (1966-1973),
Editorial Norma, Buenos Aires, Tomo I, 1997, p. 34.