Hoy es 8 de marzo, y durante todo el día se van a llevar a cabo actos institucionales, movilizaciones y declaraciones que nos recordarán que la igualdad entre hombres y mujeres sigue siendo una tarea pendiente, y que todavía queda mucho camino por recorrer para alcanzar ese objetivo. Tampoco faltará quien advierta del riesgo de que, como ha sucedido en otros ámbitos de lucha y reivindicación, esta fecha quede marcada en el calendario como un objetivo en sí mismo, como una jornada en la que exponer lo evidente y plantear reivindicaciones que se desvanecen poco después, con la propia efeméride. La advertencia no es vana, teniendo en cuenta el aluvión de lugares comunes y afirmaciones insulsas que se produce año tras año, y que rara vez se traduce en acciones concretas.
Sin embargo, también es cierto que días como hoy sirven para hacer visible la lucha que antes y después del 8 de marzo mantienen muchas personas para darle la vuelta a una injusticia estructural, sistémica, que oprime a la mitad de la población y que va más allá de los ejemplos puntuales que en las próximas horas van a salpicar los informativos. En este sentido, las iniciativas y movilizaciones que durante toda la jornada van a celebrarse en los pueblos y barrios de Euskal Herria servirán para reforzar el trabajo que diferentes organismos, y con ellos miles de personas, desarrollan en este país para eliminar las desigualdades inherentes a esta sociedad patriarcal y machista.Por ese motivo, el 8 de marzo debe seguir marcado en rojo, y las mujeres y hombres que creen en la igualdad plena deben aprovechar las oportunidades que les brinda esta fecha para salir a la calle y reivindicarla. Pero no puede ser solo un día señalado en el calendario, tiene que ser mucho más, una palanca que permita levantar obstáculos y seguir avanzando el resto del año, una pequeña cuña que sirva para destruir un sistema que sigue siendo injusto y discriminatorio.
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