“Paisaje creador: ¿por qué permanecemos en la Provincia?”
(7 de marzo de 1934)
En una abrupta cuesta de un amplio y
alto valle de la Selva Negra se levanta un pequeño refugio de esquiadores
(“kleine Skihutte”) a 1.150 metros de altura sobre el nivel del mar. Su planta
mide de 6 a 7 metros. El bajo techo recubre tres cuartos: la cocina, el
dormitorio y un gabinete de estudio. En el estrecho fondo del valle y en la
ladera opuesta, igualmente abrupta, yacen dispersas las granjas de los
campesinos, ampliamente emplazadas, con el gran techo que pende sobre ellas.
Cuesta arriba se extienden las praderas y las tierras destinadas a pastos, las
dehesas, hasta el bosque con sus viejos, enhiestos y negros abetos. Todo lo
domina un claro cielo soleado en cuyo resplandeciente espacio dos azores se
elevan trazando círculos.
Este es mi mundo de trabajo (“Arbeitswelt”) visto con los ojos
contemplativos del huésped o el veraneante. Yo mismo nunca miro realmente el
paisaje. Siento su transformación continua, de día y de noche, en el gran ir y
venir de las estaciones. La pesadez de la montaña y la dureza de la roca
primitiva y ancestral, el crecimiento contenido de los abetos, el lujo luminoso
y sencillo de los prados florecientes, el murmullo del arroyo de la montaña, la
austera simplicidad de los llanos totalmente recubiertos de nieve; todo esto se
agolpa y vibra allá arriba a través de la existencia diaria (“das tägliche
Dasein”). Y, nuevamente, esto no ocurre en los instantes deseados de un
sumergimiento gozoso o de una compenetración artificial, sino solamente cuando
la propia Existencia (“das eigene Dasein”) se encuentra en su propio trabajo
(“Arbeit”). Sólo el trabajo abre el ámbito de la realidad de la montaña. La
marcha del trabajo (“Der Gang der Arbeit”) permanece hundida en el acontecer
del paisaje.
Cuando en la profunda noche del invierno una furiosa tormenta de nieve
brama sacudiéndose en torno al refugio (“die Hütte”) y oscurece y oculta todo,
entonces es la hora propicia de la Filosofía. Su preguntar debe tornarse
entonces sencillo y esencial. La elaboración de cada pensamiento no puede ser
sino ardua y severa. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la
resistencia de los erguidos abetos contra la tormenta.
Y es así que el trabajo filosófico no transcurre como una especie de
ocupación apartada de un extraño, sino que tiene una íntima relación con el
trabajo del campesino (“die Arbeit der Bauern”). Mi trabajo se asemeja al del
joven campesino cuando sube la pendiente remolcando el trineo de montaña y
luego, una vez bien cargado con leños de aya, lo dirige a su granja en
peligroso descenso; al pastor cuando con su andar lento y meditabundo arrea su
ganado pendiente arriba; al del campesino cuando en su granja dispone en forma
adecuada las innumerables tablillas para su techo. Allí arraiga su inmediata
pertenencia (“unmittelbare Zugehörigkeit”) a los campesinos.
El hombre de la ciudad (“Städter”) piensa que se ‘mezcla con el Pueblo’
(“unter das Volk”) tan pronto condesciende a entablar una larga conversación
con un campesino. Por las tardes, cuando durante la pausa del trabajo me siento
con los campesinos en torno de la estufa o en la mesa junto al rincón donde
está la imagen del Señor, casi nunca hablamos. Fumamos nuestras pipas en
silencio. Que el trabajo se termina en el bosque, que en la noche anterior se
metió una marta en el gallinero, que posiblemente mañana una vaca parirá, que
el campesino Oehmi ha tenido un ataque, que el tiempo pronto ‘cambiará’. La
íntima pertenencia (“innere Zugehörigkeit”) del propio trabajo a la Selva Negra
y sus hombres viene de un centenario arraigo Suabo-Alemán
(“alemannisch-schwäbischen Bodenständigkeit”) al suelo, a la tierra que nada
puede reemplazar.
Al hombre de la ciudad una estadía en el campo, como se dice, a lo más lo
‘estimula’ (“angeret”). Pero la totalidad de mi trabajo está sostenida y guiada
por el mundo de estas montañas y sus campesinos. Ahora, mi trabajo allá arriba
se ve interrumpido a menudo por largas pérdidas de tiempo debido a gestiones,
viajes para dictar conferencias, discusiones y la actividad docente de aquí abajo.
Pero tan pronto retorno arriba se aglomera, ya desde las primeras horas de
estadía en mi refugio, todo el mundo de las antiguas preguntas y, por cierto,
en la misma huella con que las dejé. Sencillamente soy trasladado al ritmo
propio del trabajo y, en el fondo, no domino en ningún caso su ley oculta
(“inneres Gesetz”). Los hombres de la ciudad se maravillan a menudo de este
quedarme sólo tan largo y monótono entre los campesinos y las montañas. Sin
embargo, esto no es ningún mero y simple quedarme sólo: pero sí soledad. En
verdad en las grandes ciudades el hombre puede quedarse sólo como en ningún
otro lugar es posible. Pero allí nunca puede estar a solas. Pues la auténtica
soledad tiene la fuerza primigenia (“ureigene Macht”) que no nos aísla, sino que
arroja a la totalidad de la Existencia (“Dasein”) del hombre en la extensa
vecindad de la Esencia de todas las cosas (“des Wessens aller Dinge”).
Es posible convertirse fuera de allí en una ‘estrella de cine’
(“Berühmtheit”) en un instante mediante los periódicos y las revistas. Este es
siempre, por cierto, el camino más seguro por el que el sentimiento más
auténtico sucumbe al malentendido y llega al olvido profunda y rápidamente.
Por el contrario, la memoria campesina (“bäuerliche Gedenken”) tiene su fidelidad
(“Treue”) sencilla, segura, oculta e inaccesible. Hace poco le llegó la hora de
su muerte a una campesina allá arriba. Ella conversaba conmigo a menudo y de
buena gana, y me enseñaba viejas historias del pueblo. En su lenguaje enérgico
y lleno de imágenes conservaba todavía muchas palabras viejas y diversas
sentencias que habían llegado a ser ininteligibles para los actuales jóvenes de
nuestro Pueblo y, así, han desaparecido del lenguaje vivo. Todavía el año
pasado, cuando yo vivía semanas enteras en mi refugio, esta campesina, con sus
83 años, subía a menudo la abrupta cuesta que conduce a él. Quería ver, como
decía, si yo todavía estaba allí y si no me había robado de improviso algún
duende. La noche que murió la pasó conversando con sus parientes y, hora y
media antes de su fin, envió todavía un saludo al ‘Señor Profesor’ (“Herrn
Profesor”). Tal recuerdo vale incomparablemente más que el más hábil
‘reportaje’ de un periódico de circulación mundial (“Weltblatt”) sobre mi
pretendida filosofía.
El mundo de la ciudad (“städtische Welt”) está en peligro de sucumbir ante
una falsa creencia (“Irrglauben”) corruptora. Una impertinencia muy ruidosa y
muy activa y muy estetizante parece, a menudo, preocuparse por el mundo de los
campesinos y su Existencia (“Dasein”). Pero con ello se niega precisamente lo
que ahora sólo hace falta: mantener la distancia de la existencia del campesino
(“bäuerlichen Dasein”); abandonar, ahora más que nunca, a la existencia del
campesino a su ley interna; ¡fuera las manos!… para no arrastrar a la
Existencia en una falsa habladuría de literatos sobre lo popular-racial
(“Volkstum”) y el amor al suelo (“Bodenständigkeit”). El campesino ni quiere ni
necesita en ningún caso esta exagerada amabilidad del hombre de la Ciudad. Lo
que ciertamente necesita y quiere es el tacto reservado respecto a su propia
esencia y a su propio modo de estar (“Eigenständigkeit”). Pero muchos de los
procedentes de la gran ciudad y de los turistas, y no en último término los
esquiadores, se comportan a menudo en la aldea o en la granja del campesino
como si se ‘divirtieran’ en sus salones de entretenimiento y diversión de la
gran ciudad. Tal ajetreo destruye en una sola noche más de lo que puede
fomentar jamás un adoctrinamiento científico de varios decenios sobre lo
popular-racial (“Volkstum”) y las costumbres del Pueblo (“Volkskunde”).
Abandonemos toda intimación condescendiente y todo falso culto de lo
popular-racial (“Volkstümelei”); aprendamos a tomar en serio allá arriba
aquella existencia sencilla y dura. Sólo entonces nos podrá decir algo.
Hace poco recibí la segunda llamada a la Universidad de Berlín. En una
ocasión semejante me retiro de la ciudad a mi refugio. Escucho lo que dicen las
montañas, los bosques y las granjas. Voy a lo de mi viejo amigo, un campesino
de 75 años. En los periódicos ha leído sobre el llamado a Berlín. ¿Qué irá a
decir?.. Lentamente desliza la segura mirada de sus ojos claros en los míos,
mantiene los labios fuertemente apretados, me coloca su mano fielmente
circunspecta sobre mi hombro y sacude su cabeza en forma apenas perceptible.
Esto quiere decir: ¡irrevocablemente no! (“unerbittlich nein!”).
Traducción: del original alemán por Nicolás González Varela
Hace algún tiempo, en este mismo espacio,
aventuramos una conjetura respecto de la interminable sucesión de
golpes blandos que con suerte diversa se intentaron en la última década en
América Latina.
Especulábamos en aquel momento, que la
derecha iba a intentar inferir a los gobiernos autonómicos de la región una
derrota política, económica, geoestratégica, cultural, pero también moral.
En este último caso, señalábamos que las
tentativas de desestabilización intentarían cancelar de cara al futuro todo
tipo de experiencia antiimperialista en base a una supuesta inviabilidad
histórica y a la imposibilidad de apartarse de un orden global establecido.
En el extremo austral del Continente, la
aparición por vía electoral de una alternativa conservadora (que muchos
sectores del campo popular se apresuraron a tildar de neoliberal, y respecto de
la cual nos hemos permitido disentir, arriesgando la hipótesis de que el sismo
político hubiera gestado en realidad una expresión populista de derecha
radical) abroqueló al gobierno y amplios sectores sociales detrás de una
visible pulsión militante frente a la certidumbre del peligro que acecha y sus
previsibles consecuencias. Esa campaña, motorizada por un alerta de la
conciencia colectiva, hizo eje casi exclusivamente en la puesta en riesgo de
los derechos conseguidos a lo largo de más de una década, en materia política,
económica y social. Fue adoptando consignas cortas, compatibles con la
vertiginosidad de un plazo sobreviniente inexorable. La derecha extrema
contrastó esos enunciados con sofismas y argumentaciones amañadas igualmente
prietas.
Lamentablemente, casi ninguna de esas
consignas recaló en un aspecto que el candidato del imperio deslizó durante el
meneado debate televisivo, consistente en la promesa de pedir una sanción a
Venezuela en caso de un ascenso al poder del populismo regresivo, a pesar que
los medios tomaron nota de ese contrapunto nodal. ”Durante el debate, Macri
afirmó que "en caso de ser electo presidente, voy a pedir por los abusos
con la democracia de Venezuela, la cláusula democrática a Venezuela" en el
bloque regional, y le preguntó a su rival por el kirchnerismo, Daniel Scioli,
su postura respecto este tema.
Además, propuso "derogar el memorándum con
Irán" por el atentado a la AMIA, al tiempo que Scioli le preguntó al jefe
de gobierno porteño "si sostiene que la política de Derechos Humanos es
una etapa de la Argentina o tiene el compromiso con la Memoria, la Verdad y la
Justicia o tiene otros tipos de compromisos" y apuntó: "Hay
funcionarios procesados por haber escuchado a los familiares del atentado"
a la mutual judía”1.
La cuestión internacional dividía aguas
como ningún otro tema y permitía advertir clara e incontrovertiblemente las
diferencias entre ambos discursos y, fundamentalmente, entre las
coordenadas ideológicas y las bases sociales de las que se nutren ambas
expresiones políticas antagónicas.
El candidato de los grupos concentrados
locales, los medios hegemónicos y el capital transnacional no solamente no
había reconvertido de apuro sus consignas –como lo había hecho con muchos temas
en materia de política doméstica- sino que se había mantenido firme en sus posiciones
ideológicas en materia de relaciones internacionales.
Los ejemplos son elocuentes y numerosos.
Mencionemos solamente algunos.
El Subsecretario de
Relaciones Internacionales e Institucionales del Gobierno de la Ciudad
Autónoma, Fulvio Pompeo, a quienes muchos analistas sindican como un eventual
canciller argentino en caso de una imposición derechista, desnudaba en una nota
escrita en el diario Clarín la línea política a seguir en materia
internacional. Consideraba necesario “diversificar y equilibrar las
vinculaciones externas. Esto supone construir agendas comunes y dinámicas con
países con los que nos une una historia de valores y tradición compartida”, que
–por supuesto- no son otros que Estados Unidos y Europa Occidental. Esa
política de “diversificación” promueve acuerdos estratégicos en materia de
“democracia” (con el particular significante colonial que para la derecha
adquiere esta categoría política) y terrorismo 2.
En diciembre del año
pasado, el diario La Nación, histórico medio aliado a la oligarquía argentina,
relataba los principales aspectos de un viaje del candidato por los principales
países europeos. Y lo hacía sin eufemismos. “La Argentina no debe ser parte del
eje bolivariano y debe reinsertarse en el mundo. Con ese guión básico, Mauricio
Macri abordó hace una semana el avión que lo llevó a Alemania, primero, y
luego a Bélgica y a Gran Bretaña. ¿El objetivo? Doble: mostrar en esos
escenarios su propuesta de cambio para la Argentina poskirchnerista y plantear
hacia adentro un contrapunto con la relación que el Gobierno estableció con el
mundo. También con la política exterior se hace campaña”. “El giro que propone
el jefe de gobierno porteño y candidato a presidente es de 180 grados. Buscar
mejores vínculos con los países centrales de Occidente, no entrar en peleas
inútiles, generar credibilidad en los mercados internacionales y reforzar la
relación con otros bloques económicos a partir de un Mercosur potenciado”. “Macri cree que la Argentina equivocó el rumbo durante
la última década y no esconde el mapa de relaciones internacionales que imagina
en caso de llegar a la Casa Rosada en 2015, muy distinto del actual. No ve con
buenos ojos la relación del país con la Venezuela del presidente Nicolás Maduro
y sostiene que el país debe priorizar la relación con Estados Unidos y la Unión
Europea antes que recostarse cada vez más sobre países como China o la Rusia de
Vladimir Putin, a los que el gobierno de Cristina Kirchner convirtió en socios
estratégicos”.
Ese mensaje le transmitió en la ciudad alemana
de Colonia a la canciller Angela Merkel, que, según relató luego el jefe de
gobierno porteño, vio "con buenos ojos" la propuesta de avanzar hacia
una mejor relación bilateral después de 2015”3.
Según Andrés Oppenheimer, nada menos, “Macri ha prometido
tomar distancia del régimen populista radical de Venezuela, y acercarse al
bloque de la Alianza del Pacífico, integrado por México, Colombia, Perú y
Chile”.
“Cuando le pregunté a Macri en una entrevista hace
unos meses qué cosas cambiaría en la política exterior de Argentina si gana las
elecciones, el candidato opositor comenzó respondiendo: “¡Todo!” A juzgar por
sus declaraciones de los últimos días, esto podría resultar cierto”.
“En materia de Venezuela, Macri ha dicho que
terminaría la estrecha alianza política de la Argentina con Venezuela. Durante
el debate presidencial del 15 de noviembre con el candidato oficialista Daniel Scioli, Macri dijo que si es electo
propondrá la suspensión de Venezuela del Mercosur –el bloque económico del Cono
Sur compuesto por Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela– por no
cumplir con la cláusula democrática de ese organismo. Esta requiere que los
países miembros respeten principios democráticos”.
“Macri no dio más detalles, pero uno de sus
principales asesores en política exterior, Diego Guelar, me dijo
que si Macri es electo podría pedir la suspensión de Venezuela del Mercosur
poco después de su investidura el 10 de diciembre, durante una cumbre de
Mercosur que se celebrará el 21 de diciembre en Paraguay”.
“Según Guelar, Macri exigiría la suspensión de
Venezuela en esa cumbre si hay fraude en las elecciones del 6 de diciembre en
Venezuela, y si los presos políticos de Venezuela –incluyendo el líder
opositor Leopoldo López– no son liberados para ese entonces. “Si
esas dos cosas no son corregidas para ese entonces, a nuestro juicio Venezuela
no estará cumpliendo con la cláusula democrática del Mercosur”, me dijo
Guelar”.
“Sobre Irán, Macri ha dicho que él anularía el
reciente acuerdo de Argentina con Irán para supuestamente investigar
conjuntamente el ataque de 1994 al centro comunitario judío AMIA en Buenos
Aires”.
“En materia de relaciones con Estados
Unidos, Macri ha dicho que renovaría el vínculo bilateral, y que la prioridad
con Washington sería coordinar esfuerzos conjuntos en la lucha contra las
drogas”4.
Estos anticipos configuran datos
objetivos, expresiones propias no sometidas a la gimnasia lábil de la
desmentida inmediata, y permiten prefigurar ciertos ejes de nuevos
alineamientos en materia de política internacional.
La vuelta a las relaciones prioritarias
con Estados Unidos y Europa Occidental, la predisposición para aceptar
hipótesis de conflictos sobre las cuales se montan gigantescas operaciones de
control y dominación continental, la adscripción a alianzas regionales
conservadoras que marcan un abrupto retroceso de diez años en la materia, el
debilitamiento de los vínculos con los países hermanos indóciles de América
Latina, hasta llegar incluso a la denuncia lisa y llana en algunos casos (la
presencia de la esposa del líder opositor venezolano festejando en el bunker macrista
tiene una potencia simbólica difícil de emular), y el punto de ruptura con
bloques emergentes y potencias económicas no occidentales parecen formar parte
de la agenda prioritaria de la nueva derecha en el poder. En esta clave deben
entenderse las señales favorables al aluvión conservador que los kelpers han
dado luego de conocerse el apretadísimo resultado del balotaje.
Una lástima que estos temas no hubieran
formado parte de los debates previos. Porque hubieran puesto como ningún otro
en evidencia la matriz ideológica del gobierno que llega y los verdaderos
intereses que encarna.
El resultado electoral del cataclísmico 25/10 hizo mucho más que herir de gravedad al gobierno argentino. Excedió largamente las conocidas prácticas de la autocrítica ritual por errores puntuales. Perforó las históricas lógicas que permitían entretejer lecturas coyunturales
de baja intensidad. Y corroboró el desamparo metodológico y la escasísima comprensión política de los encuestadores, un sujeto empresarial que encabeza la lista de los grandes derrotados de la contienda. Seamos sinceros. Hay que admitir, a esta altura, que el kirchnerismo perdió la segunda batalla cultural. Aquella mediante la cual los sectores dominantes desarrollaron, consolidaron y construyeron un modelo cultural, propagandístico y discursivo que impidió a amplias capas del campo popular (en especial las clases medias) percibir las contradicciones fundamentales, los antagonismos estratégicos y las nuevas formas de control y dominación, en forma crítica. La pregunta que debemos hacernos es por qué. Y para ello volvemos a intentar apartarnos de los análisis epidérmicos de matriz periodística express.
Con una advertencia inaugural. Probablemente Macri, que expresó durante toda su vida empresarial y política las coordenadas del neoliberalismo más feroz, haya ido ahora demasiado lejos en su desprolija y oportunista voltereta ideológica, convencido de que debe admitir una adhesión forzada a las grandes conquistas sociales del kirchnerismo para ganar las elecciones (un territorio todavía en disputa), pero a su vez presentándolas -y prometiéndolas- a través de formas más "consensuadas" y menos "confrontativas", dos de las ideas fuerzas reiteradas hasta el cansancio por su jefe ecuatoriano de campaña y por la prensa hegemónica argentina.
Por un momento, me permito especular si un eventual gobierno de Macri no vendría solamente de la mano de los esperables globos noventistas, sino que implicaría la instauración de un temible populismo de derecha mucho más brutal. Que impactaría no solamente en la desarticulación de las conquistas sociales conseguidas con mucho esfuerzo durante doce años de peronismo kirchnerista, sino en los derechos humanos, sociales,civiles y políticos. No en vano la consagrada gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, en una de sus primeras apariciones post escrutinio hizo un guiño explícito a la policía de Buenos Aires, un ejército de ocupación de más de 90.000 hombres. La forma en que el multimillonario empresario conjuró los conflictos de la capital argentina también ayudan a fortalecer esa hipótesis. Desde la represión en el Parque Indoamericano hasta los impensados desbordes policiales en el Borda hacen pensar en un estado de policía que viene a poner orden de la mano del voto complaciente de muchos consumidores insatisfechos (creación cultural y social que es pura responsabilidad del gobierno argentino y de sus pares latinoamericanos que creyeron encontrar en este sujeto político de extrema volatilidad y máximo conservadurismo un aliado social incondicional).
Sobre esta categoría política, reivindicada hasta el hartazgo por las retóricas kirchneristas, quisiera poner el acento. Porque es probable, que, contrariando las frenéticas apariciones públicas de los módicos polemistas gubernamentales, el huevo de la serpiente se incube fronteras afuera de la Argentina, y el período de gestación sea sensiblemente más generoso que el que espetan en sus declaraciones los referentes del kirchnerismo.
Estoy pensando en una primavera con dólares conseguidos a favor de un guiño imperial complaciente, de cara a la perspectiva de que una eventual derrota del FPV en el balotaje habilite una nueva inserción de la Argentina "en el mundo", pero fundamentalmente precipite un efecto dominó fatal para las experiencias populistas inconclusas de América Latina, mientras gran parte de una población anestesiada por años de propaganda hegemónica disfrute la vuelta a la normalidad de la pax romana. Esa es también una perspectiva posible que preceda al saqueo y la colonización definitiva. Un giro copernicano que tendría consecuencias políticas, desde luego económicas, culturales e incluso morales. La derecha sueña con una clausura casi eterna de las utopías emancipatorias. Y el imperio va por ella. Por eso, al contrario de lo que pronostican en sus graficaciones no exentas de atolondramiento los voceros, oficiales, las principales pistas de lo que vendrá deberían encontrarse en lo que tiene de explícito - y no ha sido alcanzada por reformulación oportunista alguna- la política exterior del macrismo.
Fluvio Pompeo, uno de los principales referentes de la derecha argentina en materia de Relaciones Internacionales, sindicado por algunos como el futuro canciller de Macri, ha dado pistas inequívocas. Ha denostado lo que para él significaron las "contracumbres" (léase Mar del Plata); promueve la inserción de Argentina en el Acuerdo Transpacífico (TPP)
; advierte sobre la debilidad y el inmovilismo (cierto) del Mercosur; no evoca en ningún momento a CELAC, ni a UNASUR, ni a Rusia, por ejemplo; cuestiona los vínculos con China; afirma que los países a los que "le ha ido bien" en la región son aquellos que han demostrado políticas más afines a Washington; cree en la necesidad de poner en práctica la "cláusula democrática" en el Mercosur respecto de Venezuela, que -vale recordarlo- se apresta a celebrar en medio de su crisis elecciones cruciales en el diciembre regional más caliente. Esto, y convertirse en copartícipe de las recurrentes tentativas desestabilizadoras imperiales respecto de la patria de Bolívar es más o menos lo mismo. Y todas estas manifestaciones se las ha hecho a Joaquín Morales Solá, uno de los referentes periodísticos más connotados del establishment, y fueron publicadas en el mítico diario de la oligarquía argentina. Poco que ver con la casualidad. Imposible de ser ignoradas. Pese a ello, salvo Leonardo Morgenfeld (http://notas.org.ar/2015/11/02/macri-peligro-restauracion-conservadora-nuestra-america/), nadie ha advertido sobre el contenido de la política exterior que plantea el candidato conservador del gran capital transnacional. Grave error. Porque por ahí viene la mano. Y a poco de explorar en ese campo, se verá que la supuesta campaña del miedo que aduce la derecha se asienta sobre la más legítima preocupación que ha ganado a buena parte de la sociedad argentina. Motivos le sobran. América Latina y su futuro están en juego.
RESUMEN
La condición de posibilidad de la cultura es el “para todos” de la renuncia pulsional. Surge de este
modo el superyó, ley moral imperativa y universal, que reglamenta, limita y distribuye el goce:
prohíbe la satisfacción plena e impone la satisfacción en la renuncia, la culpa y la obediencia. Freud
demuestra que dicha igualdad como principio se presenta como aporía: hace posible el lazo
civilizado a la vez que produce un malestar que denomina sentimiento de culpa inconsciente. El
establecimiento de una ética universal implica el fracaso de la construcción cultural. En este punto
surge la política como necesaria, inseparable de la idea de democracia. Frente a la paradoja
consistente en a mayor renuncia, mayor culpa y, en consecuencia, necesidad de castigo,
consideramos el aporte de Rancière como una solución posible: igualdad de inteligencias y
pensamientos que se desclasifican y diferencian en relación con lo social. El derecho a la diferencia
y la posibilidad de pensar lo colectivo, más allá de la masa, son las únicas alternativas contra el
racismo.
LA COMUNIDAD SE LIGA A UN CADÁVER
Freud ubica en el fundamento de la cultura el mito del asesinato del padre violento y
poseedor de todos los bienes, las mujeres y el goce absoluto (Freud 1912). Luego de este acto
cometido por los hermanos deciden ellos mismos someterse al principio de igualdad que los
unificará en un conjunto llamado civilización. Nadie ocupará el lugar ni el goce del padre, todos
renuncian y restringen cierta satisfacción definida como plena e imposible, es decir, nunca
obtenida, y a la vez la permutan por otra sustitutiva, parcial y posible. Satisfacción en la culpa
retrospectiva por un asesinato no cometido, en la renuncia, privación y obediencia ordenada
simbólicamente por la prohibición de al menos dos mandamientos: no matar al tótem sustituto del
padre y no tener relaciones sexuales con las mujeres del propio clan.
En el pacto todos los hermanos se unifican en una ley que los iguala en sus renuncias y
obediencias, duplicando simbólicamente como prohibido lo imposible por estructura. Nadie puede
ocupar el lugar del padre, volver a cometer parricidio ni gozar de la madre. Es permitido gozar de la
renuncia, la prohibición, los deseos insatisfechos e imposibles, la culpa por un crimen no cometido,
y la obediencia a los imperativos. ¿Qué obtienen a cambio? La cultura y la neurosis, ambas
sostenidas en el principio de igualdad que los identifica y los constituye en un conjunto de
elementos que son semejantes.
La condición de posibilidad de la cultura es la universalización, el “para todos” de la
renuncia. Vemos de este modo que el surgimiento y mantenimiento de la cultura implica una
operación de sustitución: de la fuerza bruta al poderío de la comunidad, la cual supone que la unión
de la mayoría posee fortaleza superior a cualquiera de los individuos. Se reglamenta, limita y
distribuye así el poder y el goce.
Un principio matemático enuncia que la existencia de un conjunto de elementos semejantes
o equivalentes exige que el fundamento quede afuera, sea heteróclito al sistema1
. Freud nombra a
este exterior excepcional a la ley de distintas maneras: padre terrible de la horda, pulsión de
muerte, la mujer, lo hostil, etc. Lacan formula esto como la prohibición de construir un universo;
“no hay relación sexual”, en tanto que la ciencia no puede escribir la fórmula de la sexualidad. No
todo se inscribe simbólicamente (1972-1973)
DE LA IGUALDAD AL AUTOCASTIGO
Los hermanos se sacrifican reprimiendo los deseos propios del Complejo de Edipo,
identificándose en un todo unificado. Esta renuncia deja una cicatriz que testimonia el sacrificio: el
superyó como heredero desexualizado e internalización de la ley. Se reprime y se frustra a la libido
de los objetos reales, se produce entonces un goce sustitutivo y posible. De este modo inferimos
que la represión no implica impedir o evitar la satisfacción. Por el contrario, constituye una
vicisitud de la misma, un modo de alcanzarla. El superyó, que es una instancia agente de la
represión, en lugar de prohibir el goce termina incitándolo, profiriendo la voz imperativa del
“¡Goza!”.
Freud demuestra que la igualdad como principio base de la civilización se presenta como
aporía, es decir, un conflicto sin solución, pues al mismo tiempo que hace posible el lazo social
produce como uno de sus efectos necesarios cierto malestar que denomina sentimiento de culpa
inconsciente, que se realiza subjetivamente como necesidad de castigo, volviéndose de esta forma
a sexualizar el Edipo bajo el modo del masoquismo moral y del masoquismo femenino.
Ambas modalidades del masoquismo, satisfacción en el padecimiento y en el autocastigo, y
en “hacerse pegar”, constituyen un motivo central que viene a dar cuenta de por qué civilizaciones
se mantienen constantes a pesar de la hostilidad a la que están sometidas. Lo que las conserva
inercialmente no es ni el aparato ideológico, ni el control, ni la vigilancia, ni el poder del mercado.
Todo esto cumple función pero más bien la explotación y el sometimiento tienen como aliado a“Pegan a un niño” y este constituye un obstáculo, fuerza conservadora que impide transformar una
civilización (Alemán 2009)
El superyó es un intento de desexualizar dichos lazos pero con la necesidad de castigo,
placer en el dolor que Freud conceptualiza como masoquismo moral; el padecimiento resulta una
nueva modalidad de satisfacción y la moral se resexualiza. Sadismo del superyó y masoquismo moral
expresan el silencio de la pulsión de muerte y trabajan juntos en pos del padecimiento subjetivo:
castigo por la deuda y la culpa articulado al masoquismo, produciendo ambos satisfacción en el
castigo y la enfermedad. El sujeto no se siente enfermo sino culpable.
“La irreductibilidad del mal, constituye la inercia que en una misma topología reúne al
sujeto con la ciudad”, sostiene Alemán (2009). Parafraseándolo, sólo se podrá subvertir un orden
dado estableciendo un nuevo tipo de alianza con la pulsión de muerte, inventando una nueva
relación con el superyó.
COMO REMEDIO: VENENO
Un superyó fortalecido comienza a actuar como ley que gobierna el goce y en lugar de
doblegar a la libido, la intensifica. Hay dos razones que acrecientan el poder del superyó: desde un
punto de vista social, las barreras y prohibiciones contra la libido a partir de la modernidad se han
debilitado y, contrariamente a lo que se creyó, la relativa emancipación del sujeto de las barreras
sociales no lo liberó, sino que por el contrario, lo encadenó a una nueva ley en la que el goce se
transformó en deber (Joan Copjec 2006). Por otro lado, el superyó, representante del ello en el yo,
adquiere la energía de las pulsiones y, en palabras de Freud, se impone como “una fuerza
extraordinaria y peligrosa” (Freud 1998)
Freud formula el superyó partiendo de la idea kantiana de ley moral universal, para todos,
cuyo principio sería una máxima imperativa, categórica e incondicionada que excluye cualquier
interés, sentimiento o pasión (Freud 1978). La voluntad debe coincidir con la ley universal,
debiendo ser una y la misma cosa. Toda ley debe ser superior a cualquier subjetividad y el sujeto no
tiene por qué comprenderla ni aceptarla, sino sólo someterse a ella. El Bien supone la obediencia
máxima a la pura forma, habiendo satisfacción en la sumisión al mandato. Se trata de la pura voz
sin sentido y sin fantasma. En este sentido Lacan se pregunta en su “Discurso a los católicos”
“¿Cómo Kant no ve con qué tropieza su razón práctica, burguesa, por erigirse en regla universal?”
(2005: 63)
Los deseos persisten en lo inconsciente, por lo que el yo se ofrece siempre en falta ante el
severo superyó. Como consecuencia de esta tensión, se desarrolla lo que Freud denomina
sentimiento inconsciente de culpa, que se va a manifestar como necesidad de castigo. El superyó,
uno de los “remedios” para coartar la sexualidad y la agresividad, esta última manifestación de la
pulsión de muerte dirigida al exterior, termina siendo uno de los males más peligrosos tanto para el
sujeto como para la cultura.
Como la pulsión de muerte persigue la desintegración del ser vivo, para defenderse, éste
orienta parte de aquella como agresión contra el mundo exterior, proyectándola para no destruirse
a sí mismo (Freud 2001). La agresividad, antagonista y mayor obstáculo de la cultura, es devuelta
por la cultura al lugar de donde proviene: el yo la reintroyecta en calidad de superyó, asumiendo la
función de conciencia moral y desplegando dicha agresividad hacia el yo. Es por eso que Freud
recorta la paradoja del superyó: a mayor renuncia pulsional, es decir, cuanto más frustra y limita la
pulsión, cuanto más virtuoso sea el hombre y más obsecuente respeto tenga hacia la conciencia
moral y los ideales del yo, mayor será su sentimiento de culpa y por ende, mayor su necesidad de
castigo. En síntesis, el aumento de la servidumbre implica una mayor severidad del superyó.
DE LA ÉTICA A LA POLÍTICA
Por lo expresado se puede inferir que la cultura constituida por el principio ético de
igualdad, que para el psicoanálisis se llama superyó, fracasa en el objetivo de conseguir felicidad y
placer. Sus métodos, diques y pactos simbólicos son insuficientes para domeñar la pulsión de
muerte, que trabaja silenciosamente, y amenaza a la civilización constantemente con la
desintegración.
La cultura, que tiene como finalidad regular las relaciones sociales entre el conjunto de los
hombres, se vio obligada a reforzar y aumentar los mandamientos e imperativos superyoicos, ya que
los hermanos no sólo deseaban “volver a cometer el crimen” sino que también se mataban entre
ellos. Se impone de este modo el “No matarás”, “Ama al prójimo como a ti mismo”, imperativos
que demuestran, como dice Freud en el artículo “Nosotros y la muerte”, que procedemos de una
generación de asesinos y que la cultura es una fábrica de hipócritas (1991). El semejante constituye
un motivo de tentación para satisfacer la agresividad: explotarlo, apoderarse de sus bienes,
humillarlo, martirizarlo y matarlo. El prójimo es, al mismo tiempo, lo radicalmente extranjero.
¿Cómo no hostigarlo entonces? Para Freud lo que muestra la experiencia interpersonal es que
inevitablemente junto con el amor y como su sombra está el odio, es decir, la ambivalencia. El
amor, la identificación, son diques contra dicha hostilidad, pero no la resuelven ni aquellos ni la
moral “para todos”.
Coincidimos con Eduardo Rojas, tal como formula en su libro Los murmullos y silencios de la
calle (2008), que la vida en comunidad construida desde la ética colectiva tiende a acrecentar el
malestar en tanto castigo. Dado que el malestar en la cultura es imposible de reducir en tanto
conflicto sin solución ni síntesis, la política, definida para Laclau como construcción contingente del
vínculo social y para Arendt como posibilidad de acuerdo entre los ciudadanos, se hace necesaria
(Laclau 2008; Arendt 1993). La política es posible y necesaria, inseparable de la idea de
democracia, obviamente no como el gobierno de los representantes sino en el sentido de gobierno
del pueblo, es decir, participación ciudadana generada en el ejercicio de la libertad y el poder de
los diversos sujetos y grupos sociales que comparten una cultura política aunque sus formas de vida
sean múltiples. Como sostiene Arendt, la política como acción pública compartida con otros es
ejercicio público y cotidiano de la libertad, organizada y pensada desde la experiencia, que
encuentra su base en una cultura deliberativa y no en el funcionamiento de aparatos, códigos,
recetas o moral (1993).
LA COMUNIDAD: IGUALDAD Y DIFERENCIA
Nos parece interesante la posición de Rancière quien rechaza el planteo del problema de
igualdad y diferencia en términos de oposición binaria, es decir, igualdad o diferencia (2007).
Sostiene que ambos términos suponen dos lógicas contradictorias y simultáneas que jamás coinciden
ni se recubren y no existe una sin la otra: la de la igualdad de inteligencias, de pensamiento, y la de
la desigualdad en relación con lo social. Dicho autor cuestiona la idea de igualdad tal como se pensó
hasta ahora, es decir, en el sentido de pasión por el uno, identidad, uniformidad sostenida por el
poder que distribuye rangos e identidades.
Rancière define a la igualdad como igualdad de inteligencias, fundamental en tanto
fundamento, punto de partida, supuesto necesario en la política. La considera actual e intempestiva
porque no se trata sólo de una cláusula jurídica o constitucional, sino más bien refiere a la
temporalidad del acontecimiento perturbante y molesto que remite siempre a la iniciativa de
individuos y grupos que asumen el riesgo de verificarla, inventando formas individuales y colectivas
de producir dicha tarea. La igualdad es inseparable de las ideas de diferencia y democracia. La
democracia es, para Rancière, un modo de subjetivación, es decir, un sujeto que tiene poder
divisor, que es capaz de diferenciarse del orden que se le asigna en una comunidad, y que se rebela
frente a esto. Es un sujeto constituido desde el discurso, entendiendo a este último como sistema
de diferencias. Es decir, el sujeto, desde su diferencia, su discurso, reclama la igualdad de derechos
para la reivindicación de la diferencia.
En este sentido, la democracia no es consenso ni disenso. La política es el movimiento de
desclasificación de los grupos clasificados por el Estado, la justicia, la ley, la policía que se
consideran perjudicados en esa clasificación. En conclusión, el poder del demos no es adición ni
colección de diferencias. Por el contrario, es el poder de deshacer colecciones y ordenaciones, es
decir, el poder humanizante de las diferencias. Igualdad y diferencia son potencias que se
engendran en un acto propio en el que la comunidad verificará sus efectos a posteriori.
UNA LECTURA PSICOANALÍTICA DE LA DIFERENCIA: EL DERECHO AL SÍNTOMA COMO POSIBILIDAD
DE LIBERTAD
La modalidad de satisfacción es lo propio de cada uno, lo que nos singulariza aquello a lo
que estamos fijados, la libido que permanece en el propio cuerpo y que no entra en el intercambio
siempre oculta tras las emanaciones de libido objetal. Esta singularidad del goce pulsional, es decir
del síntoma, es la única autonomía que le queda al sujeto frente a la técnica y al mundo civilizado,
es lo que permite evitar la manipulación e impide ser manejados como marionetas por los hilos del
placer y la comodidad del mundo creado: la cultura (Copjec 2006)
En relación con esta singularidad, afirma Jorge Alemán: “De lo que se despoja a las
multitudes es de los recursos simbólicos que permitan establecer e inventar en cada uno el
recorrido simbólico propicio para el circuito pulsional del plus de gozar” (2009: 23). Esto requiere la
necesidad de diferenciar la experiencia del colectivo social, de la masa y su trama identificatoria
apasionada por el uno de la uniformidad y la sumisión al Ideal, ese dios oscuro. Esta verdad
sintomática, imprevisible e incalculable, que no puede ser domesticada por el saber y que sólo se
experimenta en el instante de angustia, es decir, el punto de quiebre de lo imaginario, es lo único
que permite ser libres de todo lazo discursivo, civilizado, lo que le brinda al sujeto la oportunidad
de cortar su sujeción y captura al Otro.
Sólo cuando comenzamos a definir al sujeto como diferente, soberano, sujeto de sus propias
leyes no sometido a procesos de igualdad, purificación u homogenización, y dejamos de considerarlo
como cognoscible, calculable y manipulable, sólo ahí tenemos la única garantía contra el racismo.
“Sólo la concepción de la soberanía del sujeto tiene alguna posibilidad de proteger la diferencia en
general” (Copjec 2006) Y a manera de conclusión, un fragmento de Alemán del texto citado: “En
realidad, lo que sería verdaderamente un desafío es pensar lo común fuera del campo
identificatorio. Lo que verdaderamente introdujo Lacan como problema político, a mi juicio, es
hasta dónde puede pensarse lo común sin matar lo singular, o dicho de otro modo, un anudamiento
entre lo común y lo singular en su mutua correspondencia” (2009:45).
BIBLIOGRAFÍA
Alemán, Jorge. Para una izquierda lacaniana. Intervenciones y textos. Buenos Aires: Grama
Ediciones. 2009. Copjec Joan. El sexo y la eutanasia de la razón. Buenos Aires: Paidós. 2006. Freud, Sigmund. Obras completas XIII. “Tótem y tabú”. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1998 a.
Obras completas XIV. “Introducción del Narcisismo”. Buenos Aires: Amorrortu
Editores. 1998 b.
Obras completas XVIII. “Más allá del principio del placer”. Buenos Aires: Amorrortu
editores. 1998 c.
Obras completas XIX. “El problema económico del masoquismo”. “El yo y el ello”.
Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1998 d.
Obras completas XXI. ”Malestar en la cultura”. Buenos Aires: Amorrortu editores.
1998 e.
“Nosotros y la muerte”. Revista Freudiana [Publicación de la Escuela europea de
Psicoanálisis del Campo Freudiano. Cataluña]: 1991, 1.
Lacan, Jacques. El triunfo de la religión. “Discurso a los católicos” Buenos Aires: Piados. 2005.
Escritos 2. “Kant con Sade”. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. 1971.
Laclau, Ernesto. Debates y combates: por un nuevo horizonte de la política. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica. 2008.
Rancière, Jacques. En los bordes de lo político. Buenos Aires: La Cebra. 2007.
Rojas, Eduardo. Los murmullos y silencios de la calle. Buenos Aires: Unsam. 2008.
Los intentos desestabilizadores en América Latina se suceden en efecto dominó.La escalada golpista en la Argentina, como era previsible, no reconoce límites pero sí refleja regularidades de hecho y denominadores comunes con lo que ocurre en muchos países de la región. El tránsito hacia las elecciones de octubre será arduo, y la organización demostrada por la derecha argentina pone al descubierto la infuencia de modelos destituyentes foráneos, a esta altura difíciles de desmentir o de ignorar.
Recientemente, una referente política opositora, a quien se la sindica como allegada a ONG´s cuyos objetivos y prácticas en todo el mundo son cada vez más evidentes, refuerza su participación explícita en la tarea de condicionar a un futuro gobierno argentino, en el supuesto muy probable de que el mismo implique una continuidad del peronismo en la Casa Rosada. La legisladora ya había marcado agenda durante el episodio de la Fragata Libertad en Ghana y ha vuelto a hacerlo, nuevamente a través de las redes sociales, aupando una campaña de desprestigio que intenta impactar en uno de un periodista que, no casualmente, resulta ser el referente de una de las organizaciones de DDHH más relevantes del país, justamente en momentos en que los diarios del establishment comienzan a reiterar sin solución de continuidad sus editoriales en favor de la impunidad de los perpetradores de delitos contra la humanidad durante la pasada dictadura cívico militar que asoló al país.
Pero con aquella intervención la diputada derechista ha traspasado sus límites previos. La referencia al Maidan, y el silencio difícil de explicar de la prensa argentina respecto de la gravedad de esos dichos llaman la atención. No solamente porque en la cuestión ucraniana se entraman las versiones más modernas y nefastas de las experiencias golpistas, sino porque en la misma intervienen con la misma direccionalidad que en la Argentina, gigantescas campañas propagandísticas, buena parte del arco político conservador, organizaciones facciosas como OTPOR (de la que nos hemos ocupado ya de manera suficiente) y otras "ONG´s" eufemísticas que dan el presente activo en cuanta intentona destituyente de gobiernos populares exista.Las analogías, por ende, no son casuales. La razonable preocupación emergente de la invocación, tampoco. Ahora conocemos de manera explícita a qué apuesta la derecha argentina, de cara a una más que probable derrota electoral, en la próxima primavera. Una primavera distinta de la que esperan el imperialismo y sus aliados internos.
El significativo triunfo obtenido por el FPV en las elecciones-PASO recién celebradas en la Argentina, permite completar, al menos en parte, el análisis que intentábamos en un artículo anterior ("El imperio contraataca"). Más allá de las evaluaciones que los comicios permiten llevar a cabo en el frente interno, no hay dudas que el resultado impugna una realidad regional preocupante, donde los intentos de golpes blandos se suceden sistemáticamente contra las gestiones populistas del Cono Sur.
El avance sostenido de los poderes fácticos y los experimentos desestabilizadores imperiales, fueron literalmente pulverizados por la posibilidad concreta de que el proyecto emancipador argentino, con sus más y sus menos, aspire como mínimo a gobernar durante un nuevo mandato.
No debe sorprender que Argentina pueda poner un límite democrático a las pulsiones golpistas que se intentaron hasta horas antes de la compulsa.
El peronismo -y el kirchnerismo reprodujo y profundizó esta tendencia- ganó la primera batalla cultural y tendría una nueva oportunidad de dar la disputa política por la segunda. De él depende.
Mientras tanto, las intentonas golpistas se suceden en el Cono Sur sin solución de continuidad. Acontecen en Ecuador, Bolivia, Venezuela y Brasil.
En este último caso, las marchas multitudinarias de la oposición no trepidan en compartir espacio con proclamas golpistas que claman por una intervención militar a la vieja usanza.
Por supuesto -y tal como lo hemos analizado pormenorizadamente en este espacio- las primaveras necesitan valerse de los errores de los gobiernos populistas. Que los hay, y muchos, y que -infelizmente- en la mayoría de los casos fueron y son evitables. La corrupción, en este caso brasileña, y además gigantesca, es uno de los pretextos preferidos, que nubla la visión política de amplios sectores sociales que -paradójicamente- fueron promovidos en buena medida por los gobiernos contra los que marchan.
El gigante sudamericano incorporó al consumo, durante la gestión del PT, a más de 40 millones de habitantes. Un número equivalente a toda la población argentina, donde se suceden turbulentas operaciones mediáticas y políticas tendientes a evitar un nuevo triunfo del FPV en las elecciones de octubre.
Las clases medias, ese sujeto político inasible, difícil de caracterizar atendiendo a las viejas narrativas del marxismo tradicional por su ubicación en los procesos productivos, amenaza convertirse en árbitro de los nuevos conflictos políticos que habrán de sellar la suerte del Continente, en la disputa por su segunda independencia.
Volubles, individualistas, sin conciencia de sus propios intereses y de las contradicciones fundamentales entre las que se debate América Latina, amplias capas de las clases medias son el objeto de la mayoría de los mensajes políticos y mediáticos. Especialmente de aquellos que intentan promover, facilitar o acompañar la desestabilización de las administraciones populistas.En palabras de Julio Mafud: "De ahí las oscilaciones tan comunes de la clase media para buscar una ubicación social en la sociedad del presente y del futuro. Esto también indica con claridad porque la clase media casi siempre se encuentra sin ideología permanente y sin conciencia social para actuar. En una sociedad de alta tasa de movilidad social la clase media queda sitiada desde dos extremos: por la falta interior de ordenación jerárquica y por la débil autoidentificación. En el primer extremo toda jerarquía se desmorona: no permite entregarse a ningún nivel estable. En el segundo, el individuo se siente siempre de paso preparado para vivir o escapar de su nivel social. Una fuerte movilidad social está en todos los casos en razón inversa de una fuerte jerarquización social. Dentro de la movilidad social todos están movilizados para despegar hacia el status social que desean. De ahí que en este proceso nunca hay conflicto de clase hay conflictos en los individuos. Cada individuo termina "des-socializado" por el querer y el poder". "En las sociedades inmigratorias como la argentina la clase esencialmente receptora es la clase media. Esto tiene una fundamentación sociológica clara: las clases medias como no tienen los caminos tradicionales de ascenso intentan abrazar caminos nuevos. En muchos casos, como la clase alta tiene monopolizados totalmente los caminos tradicionales no quedan otros caminos que los de bienes materialistas. De aquí nace naturalmente el "espíritu" progresista y de empresa de la clase media argentina. Por ejemplo, la clase media en casi todos los casos tiene necesidad de adquirir más cultura y más educación especializada. Esto se lo exige su ligazón social con el aspecto material y técnico de la sociedad en que vive. Como estas clases tienen vedado los caminos tradicionales de la clase alta: "antecedentes sociales" que vienen del patriciado o de "procederes" buscan otros medios y caminos al margen de los conocidos. De aquí se explica sociológicamente que en las sociedades inmigratoriasengan siempre un gran peso los bienes materiales. Esto se observa bien en las sociedades cuyos miembros provienen de la inmigración como en la Argentina. En tanto que la clase media creciente exaltaba los nuevos valores: trabajo, educación técnica, esfuerzo que la clase alta rechazaba. En tanto que la clase alta exorbitaba sus "titularidades nobiliarias" la clase media los rechazaba y hasta los ironizaba. En toda la obra de Fray Mocho está este rechazo y negación. Para. la clase media los bienes materiales adquirían un gran peso en el ascenso. Para la clase alta lo tenían los "antecedentes sociales". Ser "hijo de Mitre" o "hijo de Anchorena" eran los mejores antecedentes para ascender como dice Fray Mocho y otros cronistas de época." (*). Ahora bien, qué es lo que ha pasado en Argentina y también en los países que ensayan experiencias autonómicas en la región, que las clases medias se vuelvan hostiles respecto de los gobiernos que facilitaron su ascenso social. Contamos con varios interrogantes y pocas certezas para responder esta perplejidad nodal. La primera, indudable, es un proceso de alienación del cual la clase media no puede sustraerse por la ya mentada debilidad de su conciencia (en sí y para sí). Esa debilidad le impide internalizar otras lógicas que las que imparten las clases dominantes a través de campañas sistemáticas desplegadas por los medios de comunicación más concentrados, que además se replica por otros aparatos ideológicos del Estado, tales como las Universidades y las escuelas. El discurso colonial se asienta sobre las bases subsistentes de las usinas ideológicas del conservadurismo social. También es cierto que su concepción sacrificial de la existencia la hace particularmente proclive a la sacralización de lo que interpreta como un todo ético compartido por el conjunto. Medios lícitos para lograr objetivos lícitos, al menos como mandato. El sueño americano en su versión criolla clásica. Eso explica la animadversión respecto de las prédicas constantes sobre temas tales como, por ejemplo, la corrupción, a la que identifica como el centro de todos sus males y privaciones y también de la "decadencia" de la sociedad que integran. La demanda de "orden" refuerza esos contenidos pétreos y crea "enemigos" internos portadores de "inseguridad" respecto de los bienes que tiene y a los que aspira, buena parte de los cuales se forjan en un imaginario imitativo de las clases dominantes. Los proyectos keynesianos puestos en práctica por algunos de los gobiernos latinoamericanos -incluido, desde luego, el argentino- son portadores de sus propias limitaciones. Crea "consumidores" como forma de fortalecer el mercado interno, y apela a un capitalismo "bueno" liderado por una burguesía nacional. Para ser sinceros, este límite en términos de justicia distributiva y expansión de derechos no es patrimonio exclusivo de los latinoamericanos. China misma especula con ensanchar la base social con acceso al consumo para limitar el impacto de tasas de crecimiento más lentas en los países con los que establece el flujo de intercambio económico y comercial más voluminoso. Pero, fatalmente, el consumidor debilita al ciudadano. Lo aleja de la condición de parte indivisible de los procesos de transformación social colectiva que necesariamente se enhebran desde una conjunción solidaria. Los indigna. A veces, con razón.
Los ejemplos de 2001 en nuestro país, los últimos resultados de las elecciones en Latinoamérica, y la aparición de fenómenos difícilmente explicados por la teoría política, como Syriza y Podemos así parecen confirmarlo. Hay un denominador común entre todos ellos.
Los brutales procesos de movilidad social han impactado en el humor de millones y millones de ciudadanos de todo el mundo. En términos de movilidad horizontal, a partir del drama global de las migraciones forzadas y, desde una perspectiva vertical, mediante el descenso social aluvional que caracterizaron los procesos de fragmentación social neoliberales, parece gestarse una nueva cultura donde la indignación de la clase media uniformiza el paisaje universal, más allá de las diferencias de las experiencias sociales recientes. El miedo a la caída desde un estatus débil e inestable, atraviesa las conciencias difusas, confunde los adversarios e impide distinguir lo esencial de lo que le accede. Ese conjunto de intuiciones se profundizó con el impacto que las clases medias sufrieron a manos de las administraciones neoliberales de fines del siglo pasado: "La profunda brecha que se instaló entre ganadores y perdedores echó por tierra la representación de una clase media fuerte y culturalmente homogénea, cuya expansión a lo largo del siglo XX confirmaba su armonización con los modelos económicos implementados" (**).
El fenómeno de la indignación clasemediera y sus diferentes y a veces contradictorias reacciones no es un patrimonio insularizado en América Latina: "Buena parte de la población tendrá que acostumbrarse a vivir con menos, lo que resultará particularmente doloroso para una clase media que pensaba que el futuro iba a ser suyo y que ahora ve cómo le espera, en el mejor de los casos, el regreso al nivel de vida que tuvo décadas atrás, cuando emigró de los pueblos a las ciudades. Ése va a ser el gran espacio electoral de los próximos años. En esta nueva composición social, las clases medias altas están reduciendo su número, los obreros industriales del pasado son ya casi inexistentes a causa de la globalización, y las florecientes clases medias se han convertido en personas que tienen todos los distintitvos de esas capas (formación profesional, costumbres, objetos de estatus) pero que viven con el nivel de ingreso de las clases trabajadoras. Este sector social, que es numéricamente significativo, que tiene razones para el descontento y que cada vez gozará de menos oportunidades, está siendo esencial en la política europea y lo será aún más en el futuro. En este entorno, las iniciativas populistas que pongan el acento en
lo material y que apuesten por líderes más auténticos, se convertirán en una fuerza electoral y socialmente poderosa. Hasta ahora, la única formación capaz de activar ese resorte en España ha sido Podemos. Por más dudas que existan sobre cómo administrarán el éxito, lo cierto es que han abierto una puerta que ya no será tan fácil cerrar. Porque si no la aprovechan ellos, lo harán otros" (***).
"Piquete y cacerolas, la lucha es una sola", resuena como una letanía. Y ocurrió hace menos de quince años. En la actualidad, gran parte de la clase media cierra filas con los grandes medios de comunicación, sigue a los periodistas estrellas de las corporaciones y el imperialismo, se suma a la prédica estigmatizante de las experiencias populistas y marcha con lo peor de la derecha. De nuevo, en términos de construcción de este nuevo sujeto, probablemente debamos escuchar otras "malas noticias" del psicoanálisis, en palabras de Jorge Alemán: el sujeto es el botín de guerra del capital. Las clases medias, que -vale recordarlo- engrosan la categoría de pueblo, cuyas demandas, escuchadas que fueron y estructuradas en un proyecto colectivo, construyeron los liderazgos progresistas, comienza a desalentar un determinismo teleológico que en muchos casos no se plantea trascender los límites de un capitalismo autonómico. No se suma a las tumultuosas revoluciones inconclusas, ralentizadas por sus propias inconsistencias. La debilidad y el burocratismo de las instituciones regionales inconclusas creadas por estos mismos pueblos (CELAC, UNASUR, ALBA, MERCOSUR) potencian las alarmas. Hace pocos años, Evo Morales reclamaba un organismo común de defensa para América Latina. Estamos lejos de concretar ese objetivo. La organización de los pueblos, el instrumento que reclama el Papa Francisco transita uno de los momentos más difíciles. El desafío no es menor. Hay que ensanchar las bases de sustentación de los proyectos populistas, estirar los límites políticos de lo posible, recrear la legitimidad cuestionada, reposicionar el argumento como forma de hacer política y superar la tentación recurrente a las consignas vacías de contenido, que han dado muestra de un agotamiento irreversible. En definitiva, articular nuevas formas de organización popular y dar, por fin, la segunda batalla cultural.
(*) "Sociología de la clase media argentina", Distal, Librería Editorial, 1985, p. 3.
(**) Svampa, Maristella:" Clases Medias , Cuestión Social y Nuevos Marcos de Sociabilidad", disponible en http://www.maristellasvampa.net/archivos/ensayo05.pdf
(***) Hernández, Esteban: "¿Por qué una campaña tan vieja como la de Podemos funcionó y por qué volverá a funcionar?", en "# PODEMOS. Deconstruyendo a Pablo Iglesias", Ed. Deusto, Barcelona, 2014, p. 111.
Exultante juventud, poco menos que insultante. ¿Vuelve con ella el afrodisiaco de la inocencia? Sí, la vida llena sus venas, sus dientes blancos, su risa de chica que empieza a ser mala. Su timidez impresionaba, con una voz ronca que salía de una dulzura cerval. Ahora no, ahora puede ya ser sutilmente descarada.
El juego de las palabras, las complicidades y alusiones de ayer. ¿Decaes? Puede, pero la charla te rejuvenece, casi te presta una frescura que rutila a su altura. Todo lo que queda de vida en ti bulle de pronto en el juego de las palabras, en una juventud que ya no te pertenece.
Clásica escena: Doncellas cortejadas por hombre maduro. Por el coraje de una presencia sensible en este mundo sin alma. Por el don de la palabra, del humor, tal vez del saber. Pero ella es capaz de jugar hoy con todo eso.
Rubia palidez resaltada sobre un alma vacilante. Desenvuelta, provocativamente ingenua. Conserva ese toque de atrevimiento prudente de la mujer que ha sido alumna. Respeta, pero juega con la igualdad, con una especie de confianza, de relación. La presencia física, el calor de junio, las miradas. El lenguaje riente nos mantiene en la misma mesa.
Cómo un encuentro cambia el coro que tienes en la cabeza. Cómo el lenguaje, las palabras que tengas disponibles, cambia un encuentro. Cuerpos y palabras son lo mismo: lo que nunca sabremos.
Mientas tanto, el gotero de su iris sigue reanimando tu convalecencia dubitativa, melancrónica. ¿Hablas castellano, en realidad, con ella? No, hablas “en lenguas”, labrando el desfiladero del sentido.
Y una nueva mutación de una vieja maldición: Tú posees un reino, por eso tienes todo y nada a la vez. Entonces sigues: “No me interesa nadie que sea feliz. La felicidad nos hace insensibles, vulgares. Todas los seres radiantes que hemos amado se han vuelto mediocres cuando creyeron llegar a la cima y perdieron su toque de tristeza”. Ella mira atenta, entre divertida e incrédula. Puedes estar tranquilo, si el programa es la no-felicidad parece que estás en buen camino.
Si no estuvieras tan solo. O no lo estás, y ha sido ella, el torrente de su pelo lacio al caer, lo que ha vaciado tu limbo. Dime qué sueñas. Prometo no usarlo para la vida corriente.
¿El beso sería la antesala de otra cosa o ya sería suficiente con un beso? Un último beso, lento, húmedo, desfalleciente. Casi es real con sólo soñarlo. ¿Basta con eso?
Never for ever. Amor, junio, tentaciones: ¿sólo son nombres? Por si acaso, un último homenaje de otro hombre: