El común de Américo Vespucio
Por Jorge Alemán (*)En su carta de 1502 dirigida a Florencio Lorenzo di Medici Vespucio sé propone describir a los que denomina " animales racionales " de aquellas tierras descubiertas en esas Indias. El impacto se hace sentir con toda su fuerza, hombres y mujeres son bellos, viven enteramente desnudos y según palabras de Vespucio carecen de ley, jerarquías, moral y viven y duermen en casas compartidas por doscientos personas. Las erecciones masculinas suceden espontáneamente y las mujeres, siempre según el sorprendido Américo, son especialmente " libidinosas ".

Hace tiempo que desde este espacio venimos insistiendo de manera recurrente en el abordaje de las distintas formas de colonización cultural que jaquean al derecho, hasta  acotarlo a una dimensión de mero instrumento  de control social punitivo, con el retroceso esperable que ese drástico e intencionado reduccionismo depara en materia de Derechos Humanos.

Por Ignacio Castro Rey

Dejar ser, reconocer en su timbre propio y único, es el máximo homenaje a lo contingente. Solamente gracias a la gravedad y a la resistencia del aire, gracias a la irremediable caída de los cuerpos es como las aves pueden volar. Un aire sin gravedad ni turbulencias sería no sólo irrespirable; también haría imposible el movimiento. Viajamos sorteando accidentes del terreno, apoyándonos en ellos. Y el aire es también un territorio, tal vez el último y el primero.

El pasado viernes comenzó a impartirse en el Salón Azul de la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNLPam el seminario "Salud Mental: Psicología y Ley". El segundo encuentro se realizará el viernes 21 de octubre a las 19 horas.

Por Diego Gómez (*)

En esta guerra los países imperialistas europeos jugaron su carta en pos de sacar provecho de la forzosa retirada del imperio otomano. Al mismo tiempo, los pequeños Estados balcánicos hacían ostensible su debilidad y dependencia de las principales potencias del continente.

Por Nora Merlin

Freud (1921) estableció una lógica de constitución de la masa: en ella cierto número de individuos pone el mismo objeto −que puede ser una persona, una idea o una cosa− en el lugar del ideal del yo, operador simbólico que sostiene la identificación de los yoes de los miembros entre sí.

En la Argentina asistimos a un cambio de época que excede largamente los matices insustanciales de la mera transición de un gobierno a otro. Abarca, en su  imperceptible profundidad, la renovada disputa por la cultura, por la construcción de nuevas subjetividades, por la configuración de un nuevo sentido común, de una cosmovisión del mundo y de las relaciones intersubjetivas en su conjunto.

Por Julio B. J. Maier (*)

El llamado liberalismo, a secas, siempre representó a un modo de administración del poder político que consistía, básicamente, en una ampliación de los derechos del ciudadano combinado con un uso moderado de la fuerza pública. En el fondo, el Estado se autolimitaba por reconocimiento de derechos al individuo, derechos individuales del ciudadano que no podían ser conculcados sino por decisiones comprometidas, muy condicionadas, del poder estatal, decisiones sobre el uso de la fuerza pública de los funcionarios estatales en quienes residía ese poder como atribución de competencia.