Por Eduardo Luis Aguirre



El paquete liquidador que el presidente Milei ha ingresado formalmente en el Congreso argentino ofrece una cantidad de riesgos, amenazas y acechanzas que ya han sido mencionadas en su casi totalidad por los medios de comunicación del mundo entero.

Por ese motivo, justamente, queremos detenernos específicamente en un tema que atañe a la soberanía y por ende a la existencia de la Argentina como país, al menos como la hemos conocido hasta ahora: la derogación de la Ley de Tierras  26736 propuesto por el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 70/2023 dictado por el Gobierno Nacional. La ley que se pretende derogar limita la venta a extranjeros más allá de una proporción determinada, pero también prohíbe explícitamente hacerlo si la propiedad contiene o es ribereña de cuerpos de agua de envergadura y permanentes. 

Por supuesto, la derogación que ya había intentado Mauricio Macri es un intento desembozado de poner a tiro de oferta económica (por aquello de que todo lo que está en el mercado es susceptible de ser vendido y comprado, Milei dixit) tierras, lagos, acuíferos Ríos y demás riquezas que hacen al patrimonio nacional.

Para centrarnos en la potencialidad destructiva de la iniciativa habré de permitirme una licencia hecha desde el suelo en el que hago pie y que se convierte en un elemento fundamental para entender el desaguisado en ciernes. Escribo desde La Pampa, que adquiere una centralidad geopolítica ignorada.

El desarrollo asimétrico que las clases dominantes y el imperialismo prohijaron en nuestra enorme superficie no son una mera casualidad. Debería comenzar entonces este texto pintando mi reino. A mediados del siglo pasado, los capitales concentrados de la poderosa burguesía bodeguero viñatera de Mendoza cortaron el cauce del Río Atuel- Salado- Chadileuvú- Curacó, produciendo una desertificación atroz justo en el centro del segundo país más extenso de América del Sur. Tener un desierto de proporciones mayores a la de Portugal en la mitad de su geografía era la demostración palpable del desinterés centralista por La Pampa, pero también de la ceguera que les impidió advertir el peligro geopolítico que en términos de soberanía supone un país divido en dos partes por un enorme desierto, un estímulo para cualquier tipo de usurpación u ocupación.

Las fuerzas centrípetas de la porteñidad nunca imaginaron el daño y la acechanza potencial de esa decisión descabellada. El lucro de los poderosos siempre encuentra razones para anular el buen sentido de los gobernantes.

A más de setenta años de aquel desatino, e incluso antes de perpetrarse ese ultraje contra la unidad territorial, la economía y el medio ambiente, la Patagonia argentina, una tierra que las potencias consideran “despoblada” (“vacía”, según el informe Altimir) sigue siendo un lugar apetecible para distintas potencias y capitales foráneos. De hecho, el ex ministro de defensa de las dictaduras de Onganía, Levingston y Lanusse, José Cáceres Monié, no tuvo prejuicios en admitirlo por cadena nacional: «A casi un siglo desde la larga culminación de la larga y heroica epopeya nacional que fue menester para conquistar el desierto y afirmar la soberanía sobre la Patagonia, los argentinos aún no hemos ocupado este vasto ámbito que nos legara el esfuerzo del Ejército de la Patria, bajo la conducción visionaria del general Julio Roca (…). Encontramos en su vastedad, el testimonio de los abnegados pioneros que llegaron detrás de las armas civilizadoras (…) Yo creo que a la Patagonia hay que volverla a conquistar. Hay que conquistarla mediante un profundo desarrollo…».

Hoy las amenazas que se ciñen sobre la Patagonia, islas del Atlántico y Sur y la propia porción antártica reivindicada históricamente por nuestro país ofrecen un panorama naturalmente distinto, especialmente después de la guerra de Malvinas.

Los ex combatientes advirtieron que el Reino Unido ha convertido a las islas en el territorio más militarizado del mundo, y por ende en una amenaza para toda la región.

"Estamos en un lugar que estimo que es el territorio más militarizado del mundo, por la cantidad de efectivos. Estamos hablando de 3000 civiles y 2000 militares en un lugar donde existe una fortaleza que amenaza no solamente la paz de la Argentina sino también la de la región", señaló en su momento Ernesto Alonso, del Centro de Excombatientes de las Islas Malvinas (CECIM, por sus siglas en inglés).

Con un programa anarcoliberal desatado, la Argentina corre riesgos más graves todavía. No solamente por la presencia de magnates cercanos a los políticos y ex presidentes neoliberales que han adquirido suculentas tierras en el territorio continental, sino por la vulnerabilidad actual del patrimonio pesquero, minero, hidrocarburífero y ecológico del país. El caso de John Lewis es emblemático -aunque desde luego no el único- para demostrar cómo el neoliberalismo avanza a paso redoblado y llega a tener su propio ejército privado destinado a conculcar los derechos de los argentinos por la fuerza. Otro formato, audaz, de configuración sistémica en términos de control punitivo global. Si a eso se asocian los gobiernos para victimizar a los pueblos originarios y los insumisos, mediante novedosas baterías anglosajonas que desde el punto de vista procesal y judicial (como la ley antiterrorista y las nuevas codificaciones procesales penales a ambos lados de la cordillera) se comportan como un caballo de Troya, los límites para las intervenciones de diversa índole se difuminan.

Ya en el siglo XIX, el intelectual austrohúngaro Theodor Herz, un gran luchador contra el antisemitismo y un autor de culto del sionismo, escribió en 1896 su libro “El Estado judío”, donde convocaba a su pueblo a organizarse para luchar por tener su propio territorio, a crear instituciones y foros, a supervisar la inmigración y el asentamiento judíos y finalmente crear un Estado. Ese estado judío, especulaba el autor premonitoriamente, “es una necesidad universal, por consiguiente, nacerá”. ¿Y dónde debería asentarse ese estado? Pues, a su entender, en Palestina o en Argentina. El escritor lo expresaba de esta manera: “¿Cuál elegir: Palestina o Argentina? La Society tomará lo que se le dé y hacia lo que se incline la opinión general del pueblo judío. La Society reglamentará ambas cosas. La Argentina es, por naturaleza, uno de los países más ricos de la tierra, de superficie inmensa, población escasa y clima moderado. La República Argentina tendría el mayor interés en cedernos una parte de su territorio. La actual infiltración de los judíos los ha disgustado, naturalmente; habría que explicar a la Argentina la diferencia radical de la nueva emigración judía. Palestina es nuestra inolvidable patria histórica. Su solo nombre sería, para nuestro pueblo, un llamado poderosamente conmovedor” (disponible en https://masuah.org/wp-content/uploads/2013/12/El-Estado-Judio-Hertzl.pdf., página 45)

La cita se consigna al solo efecto de poner en conocimiento cómo un imperio marítimo, pilar de la OTAN, magnates que imponen su propio orden, corporaciones económicas e incluso pueblos que huían de persecuciones horrendas vieron siempre a la Argentina con un especial interés.

Esto es particularmente inquietante si uno conjuga las posturas libertarias, los sistemas de creencias del presidente, su concepción anarquista y su reconocida unción frente a la propiedad privada, con el entramado de espurias relaciones que mantienen otros miembros de la alianza gobernante y sus propios jefes con capitales internacionales oscuros.

Es que nuestro país, el de las riquezas inconmensurables, atraviesa una crisis que va mucho más allá de lo económico. Son los recursos naturales y la propia soberanía lo que está en juego. En 1996, Roberto Bergalli y Eligio Resta escribieron un libro extraordinario que titularon “Soberanía: un principio que se derrumba”. En plena globalización europea planteaban una preocupación crucial sobre la soberanía: “Mientras parece alejarse del horizonte de las instituciones de la política, se convierte en un nuevo objeto de deseo, a menudo escondido y a veces inconfesado. Se descompone, se despedaza y se reconstituye en nuevos lugares. Una soberanía electrónica, globalizante, sin fronteras nacionales, parece crecer y amenazar la libertad”. Con la crisis globalizadora (el paradigma más efímero de la historia humana) y la reaparición de los nacionalismos y de nuevos bloques a nivel mundial, el objeto de atención del libro nunca puede ser más dramáticamente actual.