El día después
Por Eduardo Luis Aguirre
Elijo siempre escribir el día después. Es un viejo estilo que permite ahorrar adjetivos y elegir las invocaciones. Ni siquiera sé si el ritual se compadece realmente con la materialidad de los desastres, pero sí que me permite constatar que lo ocurrido no entraña sorpresa, aunque eso no aplaque los dolores más profundos. Tal vez el acontecimiento no sea más que un episodio desgraciado que actualiza un clima de época meteórico y atroz.

Por María Liliana Ottaviano

Cuando Eduardo Aguirre escribe en su artículo “Intento de golpe en Brasil. La fuerza de choque de la derecha” realiza dos caracterizaciones en las que me interesaría detenerme en este escrito, ya que ambas son indispensables para entender lo que ocurre por estos días en Brasil, pero también para poder acercarnos a otras experiencias golpistas que han sucedido en nuestra región.

Por Eduardo Luis Aguirre

No puedo evitar destacar la caracterización del psicoanalista. Llama progresista a una militante que se debatió durante décadas enteras y en inferioridad de condiciones en materia de Derechos Humanos. Una mujer que, de conocerla, jamás podría ser confundida con el progresismo ramplón citadino.

Por Eduardo Luis Aguirre 


La nueva capital de Brasil (las anteriores fueron Salvador de Bahía y Río de Janeiro), fundada en 1960 (fue construida en poco más de tres años) y calculada para que vivieran alrededor de 500.000 personas, la mayoría de ellas funcionarios públicos, hoy es una megalópolis habitada por casi 5.000.000 de ciudadanos si consideramos también la zona metropolitana o gran Brasilia.

Por Eduardo Luis Aguirre

Desde el paterfamilias en la antigua Roma hasta las heterogeneidades de las nuevas familias de occidente, esos grupos no dejan de exhibir el poder de las pulsiones que, como en toda institución, las habitan. Esas tensiones admiten las más diversas direccionalidades y están atravesadas por cuestiones de clase que se expresan impugnando antiguos formatos, intentando revalidarlos o dejar al descubierto las mutaciones de ciertos roles al interior de las mismas.

Por Lidia Ferrari (*)


 

"El crédulo imaginario.
El “ya lo sé, pero aún así...” de Mannoni pone en relación la creencia y la Verleugnung. Hay una creencia imaginaria que se sostiene porque hay los “adultos”, esos seres que saben y engañan y los “niños” que son los que creen, los no iniciados, los que no han sufrido la experiencia de la constatación de la realidad.

 

Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

 

Los procesos de cambio social han sido mucho más conflictivos de lo que postulan las tesis consensualistas a lo largo de la historia. Esas transformaciones, que nos fueron enseñadas como el tránsito de una era a la otra, de manera lineal e incomprensible, dejaron de lado en el análisis varias cuestiones fundamentales para un análisis objetivo de los cambios sociales.

   Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

 

 

 

 “No tengo patria para dibujar sobre sus paredes / con una tiza de la infancia: ¡Que Viva! / No tengo patria que haya que aguantar cada mañana / tomando mi taza de café, / mientras me pule el sol. / No tengo patria, que me otorgue su pulmón  /  y yo lo otorgue el mío / ser su ruido y mía sea la voz  /  seré el travieso, el malévolo, el rebelde y el arduo / y seré el sabio, el intuitivo, el piadoso y el gran corazón. / No tengo patria para escribir /  sobre el cobre de una de sus casas: / bienvenidos amigos, / esta es la casa de Hussein Habasch. / No tengo patria donde me emborrache en sus tabernas / hasta el último aliento de la noche, / vagabundeando en sus caminos, / y donde mi corazón sea su terreno, / me abrigue y la abrigue / la escuche y me escuche / como buenos amigos. / Pero no tengo patria…”.  (“Desilusión”, de Husssein Habash, poeta kurdo exiliado en Alemania).