Por Eduardo Luis Aguirre

 

Hace apenas una semana, el amotinamiento y la larga marcha hacia Moscú del Grupo Wagner, la empresa contratista militar rusa, produjeron una convulsión innegable en la guerra de Ucrania y en el propio gigante euroasiático.

 La larga marcha liderada por el empresario Yevgeny Prigoshin al mando de miles de mercenarios armados produjo un estrépito esperable en Rusia y, desde luego, en todo el mundo. Si bien no se conocen los motivos reales, los objetivos de los rebeldes, sus apoyos internos y el impacto que estos hechos causaron realmente en el Kremlin, una catarata de noticias falsas y tendenciosas opacó cualquier atisbo de realidad e impidió conocer lo que en verdad estaba ocurriendo. Las plumas más autorizadas de occidente llegaron a pronosticar verdaderos disparates que se derrumbaron a las pocas horas, cuando el comandante del Grupo Wagner decidió deponer su actitud y actuar "según el plan", una alusión tan sugestiva como críptica. Está claro que cuando uno habla de mercenarios está remitiendo siempre a delicados intereses económicos y oscuras tramas luchas de poder. En su canal de You tube, el analista Ezequiel Bistoletti proporciona un atinado ejemplo de este episodio confusional pletórico de noticias falsas. Una de las periodistas más respetadas por los atlantistas en asuntos concernientes a Rusia y Eurasia, Anne Applebaum,  arriesgó nada menos que el "inicio de una guerra civil en Rusia", que por supuesto no se produjo. Hasta ahora, el desbaratamiento (o desistimiento) de los focos de rebelión de la poderosa corporación militar privada dejaron pocas cosas al descubierto. Una, es la operación fallida del gobierno de Kiev que, ante el empantanamiento militar de la contraofensiva ucraniana pretendió magnificar el episodio (indudablemente grave), concluir que el gobierno ruso estaba en un proceso de franca debilidad y que Putin estaba siendo acosado por el complejo militar industrial ruso para avanzar en territorio ucraniano hasta anexarlo virtualmente. Esta hipótesis movilizó al propio presidente Zelensky a peticionar por enésima vez la entrega de mayor cantidad de armamentos a Europa y la inclusión de su país en la OTAN. Probablemente, en la próxima reunión de la alianza atlántica, prevista para el mes de julio, reciba otra negativa a sus peticiones. Quizás Europa haya comprendido su situación de debilidad relativa y los riesgos que en torno a su seguridad ha asumido como consecuencia de una errónea lectura geoestrategia y el seguimiento sin cortapisas prestado al gobierno estadounidense. Por eso es que Rusia no tiene interés en invadir a Ucrania sino en disuadir y prevenir que Europa no se convierta en una amenaza para su seguridad. En ese marco complejo de articulación críptica de nuevos bloques, Occidente ha decidido reafirmar su condición colonialista contra los países en vías de desarrollo que intentan sobrevivir en un teatro mundial difícil de escrutar agrupándose en nuesvos foros o pivoteando entre las demandas de las potencias en pugna. Para que se entienda más claramente, es necesario tener en cuenta un hecho por demás significativo. hace menos de una semana culminaba en París la Cumbre por un Nuevo Pacto de Financiamiento Global. Uno de los más férreos impulsores de este "pacto" fue el presidente Macron, a quien Alberto Fernández visitó convencido de que era uno de sus aliados europeos. El "pacto climático" no es más que una promesa de una ayuda de 100.000 millones de dólares a los países en vías de desarrollo y endeudados, a fin de que éstos afrontes sus compromisos financieros con los organismos de crédito con la contraprestación de ceder sus recursos naturales y sus fuentes de energía por no resultar éstas "alternativas". Curiosa mirada del globalismo financiero verde (que coincide paradójicamente con las siempre erráticas posturas de los progresismos alineados en el ambientalismo colonial en los propios países de la periferia) al momento de repartir responsabildades en materia de contaminación. Los países más débiles, entre los que se cuentan los latinoamericanos y entre ellos Argentina, ocasionan daños ambientales que podrían considerarse irrelevantes frente a los que producen las grandes potencias. Estados Unidos y China son contaminantes seriales y en Alemania el carbón sigue siendo la principal fuente de alimentación energética, por citar sólo algunos ejemplos. Pero parece que la cosa viene en serio. El propio candidato a presidente del oficialismo argentino, Sergio Massa, confirmó que el gasoducto de Vaca Muerta no consiguió financiamiento exterior debido a que se trata de una variable energética no acorde con la que impulsan los países centrales. O sea que el objetivo de occidente pareciera claro. Hay que impedir que los países como el nuestro puedan sostener su autonomía y dejen de pensar en utilizar sus ingentes recursos naturales como herramienta soberana. Una nueva forma de control global punitiva impulsada por el capital, que añade a las guerras estas verdaderas extorsiones.

Imagen: Democracy Now!