En la disputa irresuelta por un nuevo orden global, se inscriben instancias de poder hasta ahora no dilucidadas. Estados Unidos ha decidido arrastrar -al menos hasta donde pueda- a sus socios de Europa occidental a un callejón sin salida en el que la crisis de Ucrania aparece como una luz de alerta que pone en vilo a la región, cuya ubicación geopolítica la transforma en un virtual e hipotético epicentro de futuros conflictos. En esa clave deben entenderse los gestos no exentos de prudencia de la mayoría de los líderes europeos con capacidad de maniobra y tracción política, pero también -paradójicamente- las sanciones impuestas recientemente por algunas administraciones europeas a los rusos.
Por otra parte, la gigantesca maquinaria propagandística del imperialismo y sus aliados no ha logrado instalar hasta ahora la tesis de Rusia como país agresor en ese contexto de máxima sensibilidad. Debe recordarse que la reintegración de Crimea a territorio ruso fue tildada de ilegal por EEUU y la UE, y constituyó el pretexto inicial para la instrumentación de una seguidillas de sanciones contra Rusia, además del motivo de una demanda ucraniana ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en lo que configura una nueva puesta a prueba de los criterios de justicia de los tribunales internacionales.
Por el contrario, la diplomacia de Putin ha dado muestras sobradas de ductilidad, y a su rotunda victoria en el conflicto de Crimea ha añadido un manejo de los tiempos de máxima sutileza en la cuestión de las regiones ucranianas pro rusas. Como explica el analista Ratislav Ishchenko (*) , el tiempo juega inexorablemente a favor del Kremlin y profundiza la crisis sin salida del imperialismo. Por ende, eso ratifica la imagen de una administración Putin sumamente cómoda en un rol de protagonismo pacifista, mientras acumula fuerzas y suma aliados estratégicos en Asia, América Latina y África. 
El unidimensionalismo cultural que impuso Estados Unidos desde la Guerra de los Balcanes, parece debatirse en un plano de deterioro cada vez más evidente.
Lo mismo pasa con el bagaje cultural heredado del neoliberalismo, el pensamiento único y el Consenso de Washington, que han demostrado ser el paradigma hegemónco más fugaz de la historia: en poco más de 20 años ha entrado en una suerte de crisis terminal. Las grandes mayorías populares del planeta, el nuevo sujeto político a controlar y disciplinar, descreen o se oponen a este modelo capitalista contingente. Un nuevo fantasma recorre el mundo. Se trata de una utopía negativa,de resultas de la cual casi todos explícitamente manifiestan su descreimiento en este sistema, aunque todavía no hayan podido reconstituir un paradigma totalizante alternativo. 
Pero los ejemplos de rebelión de muy diferentes matrices y matices crecen y se multiplican  por doquier. América Latina y sus democracias populares autonómicas, España, Grecia, Portugal, medio oriente, la experiencia política kurda y su influencia política institucional recientemente confirmada en Turquía configuran solamente algunos de los casos a los que pretendemos aludir.
El rol que juega la nueva Rusia como aliada natural de este poder emergente es indudable. Por eso es que el imperialismo no solamente redobla la apuesta militar, sino que incluso pretende poner en práctica, en la propia Plaza Roja, otra revolución de colores.
Ya habíamos anticipado esta intencionalidad durante la definición de la crisis de Crimea. Ahora la cosa parece estar más clara. "La designación de John Tefft como embajador de EEUU en Rusia se percibe como un posible paso hacia la desestabilización de la situación en Rusia y en Eurasia en general. A diferencia de su antecesor, Michael McFoul, Tefft está considerado como el supervisor de las revoluciones de color en el espacio postsoviético" (**).  
La noticia toma estado público en el mismo momento en que Estados Unidos promueve un golpe bando en Ecuador, con el mismo pretexto de enmascarar estas tentativas destituyentes como "golpes blandos", a la vez que también asienta fuerzas militares en un país aliado, en este caso en el Perú (***). La analogía con la crisis ucraniana no puede ser más nítida. Sobre todo si se toma en cuenta las presionas que ejercen los grupos de presión y factores de poder sobre el gobierno de Dilma Rousseff, justamente en la gran potencia de América Latina. Demasiados puntos de contacto como para ser mera casualidad.
Sin embargo, los grandes organismos institucionales, el "sistema jurídico" internacional no da señales de vida frente a estos atropellos sistemáticos contra las democracias del mundo. Recién ahora la ONU se plantea la posibilidad de imputar al gobierno de Israel por las masacres cometidas contra el pueblo palestino, según indicó el Alto Comisionado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Derechos Humanos, Zeid Raad al-Husein. No se observan reacciones de ninguna índole frente a los restantes atropellos que el imperialismo y sus aliados vienen perpetrando sin solución de continuidad desde hace décadas.

(*) http://sakerlatam.es/rusosfera/que-quiere-putin-un-importante-analisis-de-rostislav-ishchenko-hay-que-leerlo/)
(**)   http://mundo.sputniknews.com/ensayos/20150415/1037286310.html#ixzz3dbCbgm6d
(***) Para conocer más profundamente sobre las bases estadounidenses instaladas en el Cono Sur, sugerimos la lectura del libro "Territorios Vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica",  de la periodista Telma Luzzani, editado por Penguin Random House Grupo Editorial Argentina. Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, todos esos enclaves están formalmente asignados a "misiones humanitarias".