Un artículo de Alejandro jasinski (Corresponsal en Buenos Aires para La Voz de Rusia)* Los más importantes portales de noticias de la región informaban este lunes que la Unasur corría riesgos concretos de quebrarse. No faltaban razones. Según había trascendido a la prensa, Perú estaba listo para recibir por visita protocolar en el puerto de El Callao a la fragata de guerra británica HMS Montrose, proveniente de las islas Malvinas. De esta forma, contrariaba el apoyo brindado a la Argentina en su medida de protesta por la reticencia de Gran Bretaña a sentarse a negociar en la ONU la soberanía de las islas del Atlántico Sur. Las rápidas y, al parecer, muy tensas gestiones de la cancillería y embajada argentina para revertir la decisión peruana tuvieron éxito y la llegada de la nave inglesa fue cancelada. No obstante ello, queda flotando en el aire cierta incredulidad por la decisión del país andino. Esta incredulidad obedece no sólo a razones históricas, ya que Perú fue uno de los países más solidarios con la Argentina durante la Guerra de Malvinas. Obedece también al contexto en que se iba a producir la visita de la embarcación de guerra británica: desde hace algunos meses y a casi treinta años de la guerra del Atlántico Sur, Argentina y Gran Bretaña mantienen una escalada diplomática cuyo último acto fue la decisión del gobierno argentino de demandar penalmente a todas las compañías involucradas en la ilícita actividad petrolífera que se desarrolla en la región isleña. Pero las razones del Perú justifican la incredulidad general por otra circunstancia: es que el gobierno de Ollanta Humala apoyó entusiastamente los reclamos y denuncias argentinos al mismo tiempo que abría sus puertos a la Armada inglesa. Los apoyos los dio directamente por carta el presidente peruano a su par argentina hace quince días. Pero hay más: al mismo tiempo en que la fragata inglesa daba la vuelta al estrecho de Magallanes, este mismo sábado, en el encuentro de cancilleres de la Unasur, Perú se sumaba nuevamente al respaldo continental a una negociación por las islas y al repudio de la “militarización” británica. Afortunadamente, el gobierno del Perú reaccionó a tiempo y canceló la visita. De esta forma, se consumaba un tercer desaire de la diplomacia británica en una semana. Los otros dos tuvieron un estilo similar. Por un lado, el número dos del Foreign Office, Jeremy Browne, visitó Chile, Perú y Colombia en los últimos diez días. Al país trasandino viajó antes de que se entrevistaran el presidente Sebastián Piñera y su par argentina, donde se ratificó el apoyo de Chile a los reclamos de su vecino. Por el otro lado, los funcionarios del Departamento de Estado debieron desmentir al premier británico David Cameron, quien aseguró de visita a los Estados Unidos que Barack Obama había respaldado la posición de su país. Pero esto no termina aquí. La diplomacia británica no cesará en intentar producir grietas en el bloque sudamericano, ya sean por medidas concretas o simbólicas, como la de invitar al presidente del Perú a realizar una visita oficial a Gran Bretaña justo cuando se cumplen los 30 años de la guerra del Atlántico Sur. En todo caso, una pregunta queda en el aire: ¿Cuáles han sido las razones del presidente Humala para permitir el amarre de la fragata militar inglesa? * Original de "La voz de Rusia" en Español.