América Latina amanece con la noticia de la categórica derrota electoral del chavismo y la imposición de Le Pen en los comicios franceses. Cuando todavía no se había recuperado del colapso del kirchnerismo en la Argentina y no se sabe a ciencia cierta cuál será el futuro de Brasil de cara a un posible impeachment contra la Presidenta Dilma Rousseff. Demasiados datos duros de la realidad como para no intentar un análisis conglobante. Vayamos de lo particular a lo general. Empecemos por casa.
Aceptemos que las usinas de campaña del kirchnerismo no escatimaron yerros antes del histórico balotaje argentino. Una de las esmirriadas banderas que la derecha calificó como formando parte de la "campaña del miedo", fue la repetición sistemática de que el eventual triunfo de Macri significaría un retorno a los 90, al neoliberalismo tradicional que asoló a la Argentina y culminó con la crisis del 2001. La prédica puso de manifiesto las enormes dificultades del gobierno para caracterizar correctamente ciertos conceptos y categorías políticas que se supone debería haber conocido. A pocos días de conocerse el ajustado resultado electoral, saltaron a la vista algunas evidencias que le estallaron en las manos al campo popular.




Primera cuestión. El macrismo expresa un populismo de derecha y no un revival del neoliberalismo noventista (lo propio ocurre con la derecha venezolana y con varios de los grupos que quieren tumbar al gobierno de Brasil desde posiciones abierta y violentamente reaccionarias. Como la llamada “bancada de la bala”, compuesta por policías y militares, que defienden la justicia por mano propia contra la delincuencia). Varios indicios permitían colegir esta posibilidad. La gobernadora electa de la Provincia de Buenos Aires hizo públicos y urgentes esfuerzos para congraciarse con la policía y el servicio penitenciario del primer estado argentino. Dos fuerzas de ocupación cuya filiación ideológica no demanda demasiadas cavilaciones.
Segunda cuestión. La presencia de Cristiano Rattazzi como fiscal de mesa en las pasadas elecciones permitía inferir que, como nunca antes, el gran capital se comprometió explícitamente con un gobierno que iba a ser inmediatamente engrosado por los CEO´S de empresas que poseen intereses antagónicos con las grandes mayorías populares. El capital concentrado jugaba más fuerte que nunca y producía una suerte de privatización no ya de las empresas estatales, como pregonaban las advertencias kirchneristas, sino de áreas vitales del propio Estado.
El desapoderamiento popular era, según consignan algunas agencias, custodiado por la IV Flota de los Estados Unidos, estratégicamente ubicada en el Estrecho de Magallanes (1), un hallazgo superlativo de estas elecciones, que tampoco fue capaz de movilizar la reflexión del voto bobo empeñado en un "cambio" naif que terminó, como parodian los Simpsons, "arruinando todo". Todo lo hecho con el esfuerzo del pueblo argentino durante más de doce años.
En ese contexto debe medirse el exabrupto del mediocre escritor Marcos Aguinis (convertido en una suerte de musa inspiradora de los sectores reaccionarios urbanos del eje sojero), el brutal editorial del diario La Nación, y la presión para apurar la salida de funcionarios que tienen un mandato legal y constitucional establecido, en especial la Procuradora General de la Nación.
La designación de Alonso (la de la Plaza del Maidán, recuerdan?) y Bullrich, con sus oscuros antecedentes y los trascendidos de sus inquietantes vínculos a nivel internacional (todos ellos disponibles en la red), la intención cavernícola y jurídicamente disparatada de intentar inicialmente la expulsión de Venezuela del Mercosur y la denuncia del memorándum con Irán, daban la pauta de que lo que venía era una restauración de derecha claramente autoritaria.
En esa clave se debieron leer las amenazas respecto respecto de la vigencia futura de Derechos Humanos, civiles y políticos que se multiplican diariamente sin solución de continuidad con el aporte complaciente de los grandes medios de comunicación. También, la emergencia de una suerte de cadena equivalencial de la derecha dura, formateada en el estilo "think thank" que pretende ir por las grandes conquistas populares y por la mayor transferencia de riquezas en favor de los sectores dominantes del que se tenga memoria.
Es cierto que Macri, cuya legitimidad en la victoria a nadie se le ocurriría cuestionar, pone de manifiesto la lucidez de algunas consignas de Jorge Alemán. A esta altura, parece evidente que parte de la sociedad (clasemedieros proclives a ser inoculados con la "aguja hipodérmica" de la comunicación festiva y las obviedades  políticas más elementales, aunque también laburantes, cuentapropistas, monotributistas, e incluso sectores vulnerables) han votado en contra de sus intereses de clase. Eso no prueba tanto la alienación del capital (que por supuesto no nos atreveríamos a negar), como la emergencia de una masa anónima en cuya agenda no aparece como prioritaria la tarea de la emancipación, sino, paradójicamente, la reproducción de la lógica y el discurso del amo. Hay algo que -como lo explica Chantal Mouffe- el populismo de derecha maneja a la perfección: las identidades colectivas y las pasiones. Eso se lo hemos cedido a la derecha y aquí están los resultados. Ahora bien, esa derecha no ignora que su base social es lábil, extremadamente heterogénea, sin capacidad de movilización y organización y adolece absolutamente de desarrollo político con excepción de los núcleos duros del PRO que carecen de incidencia social y mucho menos gravitan electoralmente. Exactamente lo contrario de lo que ocurre con la otra mitad del país que rechaza la restauración conservadora. Pero esto lo sabe la derecha dura. Y, si bien conoce conoce perfectamente sus limitaciones objetivas y subjetivas, está segura de sus apoyos corporativos y de los inequívocos guiños imperiales que intuyen capaces de disciplinar mediante las más variadas expresiones de violencia institucional. El FMI acaba de avalar explícitamente las primeras medidas económicas de Alfonso Prat Gay.
La victoria de la derecha venezolana da cuenta de la permeabilidad de un modelo agobiado, atravesado por la corrupción y el estancamiento político, que también apostó a la exacerbación del consumo como una medida pretendidamente inclusiva. Aunque allí las medidas del Estado fueron menos dubitativas que en Brasil y la Argentina y modificaron drásticamente el mapa social del país, los errores propios y la sistemática conspiración económica y mediática terminaron sintetizando un hartazgo social respecto de algunas privaciones tales como la hiperinflación y el desabastecimiento. El resto lo hizo el gobierno de Maduro, tratando de justificar el encarcelamiento de opositores, más allá de la gravedad de las conductas perpetradas por éstos. No había duda que a la medida le sobrevendría la prédica mediática hegemónica sobre la violación de derechos y la existencia de "presos políticos". De hecho, a las pocas horas de conocerse el resultado de los comicios la oposición vencedora ha anunciado que se apresta de inmediato a promulgar leyes para liberar a los denominados “presos políticos” y permitir el regreso de los “exiliados” (2). Las explicaciones oficiales respecto de este tema nunca sintonizaron con la necesidad de aventar toda duda sobre el funcionamiento republicano y democrático de las instituciones del país, que posee, entre otros datos para nada desdeñables, uno de los sistemas electorales más transparentes del mundo y formas de participación popular de avanzada. Tampoco eso resultó suficiente. Como lo señala Aram Aharonian, la campaña orquestada contra el gobierno "contó con el descontento acumulado en la población acostumbrada a hacer largas colas para conseguir alimentos y medicinas, donde destacan la  inflación, el desabastecimiento, la escasez y la disparada de precios. La oposición y los oportunistas, acusaron al gobierno de la situación, como si fuera éste el único participante en esta confrontación.
Buena parte de la culpa del desastre económico, sin duda, la tiene el gobierno que, aun cuando se mostró firme en la defensa de programas sociales e inversiones estratégicas, no ha tomado decisiones para enfrentar la guerra económica, ante un escenario de grave restricción externa (caída del precio petrolero) como la actual. “Un militar con calculadora no es ministro de economía”, decía Hugo Chávez.
Pero la crisis económica es también en gran parte responsabilidad de los grupos económicos que están detrás de la oposición, especialmente el capital financiero y el bancario, que desde 2004 establecieron una estrategia para desmontar el control cambiario y retomar el control de la fijación del tipo de cambio y la privatización de las divisas, señala el economista Simón Andrés Zúñiga" (3).
En Brasil, el gobierno intenta sortear lo que parece la coyuntura más delicada del PT. Con una fuerte crisis económica, escandalosos casos de corrupción, un espacio político con escasa capacidad de organización y movilización y un modelo basado en el consumo que experimenta el ocaso de otro ensayo de capitalismo "bueno", donde las palancas fundamentales de la economía, las finanzas y la información estuvieron siempre en manos de las burguesías locales afines al imperialismo, el panorama se complica,
Párrafo aparte para estos modelos que crecieron en base al consumo interno desenfrenado mientras las condiciones externas lo permitían. La creación de una masa gigantesca de consumidores fue inversamente proporcional al crecimiento de la conciencia social y el fortalecimiento de los lazos de solidaridad de ese nuevo sujeto. Como dice Raúl Zibechi, "el consumismo despolitiza, genera conformismo, apatía, dependencia e insatisfacción permanente, entonces ojo con el consumismo, yo creo que es uno de los peores escenarios políticos en el que nos metemos”. Y, además, "el consumismo genera un conjunto de comportamientos de muy corto plazo: “búsqueda de satisfacción inmediata y sobre todo de despolitización, de no participación. Pasolini (Pier Paolo) llamaba al consumismo una mutación antropológica, esto quiere decir que el comportamiento del ser humano se ha modificado, la antropología, la cultura humana es algo que evoluciona muy lentamente en el tiempo. Ya Pasolini lo veía en los años ’70 que fue cuando él planteó esto en una recopilación de artículos que se llama ‘Escritos Corsarios’. Él veía cómo el consumismo aplana las diferencias culturales, aplana las diferencias entre una cultura popular y una cultura burguesa, aplana las diferencias entre lo que quiere un joven y un anciano, todo el mundo va detrás del consumo, entonces me parece que aquí hay una situación en la humanidad grave, por la cual estamos llegando a un nivel de comportamiento francamente problemático” (4).
 Mientras tanto, en Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen pulverizó en las urnas a las formaciones derechistas de Hollande y Sarkozy en las elecciones regionales. También, en este caso, la emergencia de un populismo de ultraderecha sumó una gran cantidad de votos provenientes de sectores populares, inmediatamente después de los sangrientos atentados terroristas sufridos por el país galo, cuando la crisis de los refugiados no ha dejado de conmocionar a Europa. Es probable que, también en este caso, la violencia se exhiba con los intentos de exterminar a los enemigos y acallar a los diferentes.
(1) http://argentinatoday.org/2015/11/19/por-que-se-encuentra-la-cuarta-flota-de-la-otan-en-el-estrecho-de-magallanes/

(2) http://www.correodelorinoco.gob.ve/politica/ramos-allup-primera-medida-an-sera-promulgar-leyes-a-favor-presos-politicos-y-exiliados/

(3) http://www.nodal.am/2015/12/venezuela-ejemplo-civico-y-ahora-que-por-aram-aharonian/

(4) http://www.rnma.org.ar/noticias/19-internacionales/2877-raul-zibechi-el-consumismo-es-uno-de-los-peores-escenarios-politicos-en-el-que-nos-metemos