Nuestro espacio se ha ocupado, a través de una veintena de publicaciones sucesivas, de aludir a la situación histórica, política y jurídica que asedia a la nación mapuche. Es uno de los pocos, además, que ha detallado las cuestiones jurídicas implicadas en los reclamos y reivindicaciones de la gente de la tierra. Porque, como ya lo hemos advertido, "los mapuches, por definición, se asumen como “gente de la tierra”. La tierra no es de ellos sino que “ellos son de la tierra”.

Incluso, la lucha épica de siglos enteros en defensa de la tenencia de la tierra, no debe hacer ver a la misma, en la concepción mapuche, como un bien económico, sino como un espacio para la vida. Pertenecen a un orden terrenal donde incluso los entes que el cientificismo moderno consideró inanimados adquieren sentido y vida propia (el agua, la tierra, las rocas, el aire). Esos elementos coadyuvaban para el establecimiento y preservación de un orden armónico totalizante (*). Un interesante artículo de Leando Antiman (**) vuelve a plantear una cuestión que interpela a las escuelas de derecho y sus docentes de derecho "privado" y derechos humanos, que han ignorado de manera casi sistemática en la Argentina, la discusión sobre el derecho del acceso a la tierra de los pueblos originarios

Todos los pueblos originarios tenemos una cosmovisión en la que el hombre es un ser más de la naturaleza y, en cambio, la cultura occidental es eminentemente antropocéntrica, concibe al hombre como centro de la naturaleza y su tarea es dominar todas las cosas. Un aborigen sin tierra no es aborigen, para nosotros la tierra es sagrada, por eso afirmamos que no somos dueños de la tierra sino parte de ella, que no la queremos para explotarla sino para convivir con ella, para trabajar cuidando la naturaleza con un desarrollo equilibrado para el bienestar común de la humanidad.

El originario tiene una relación mística con la tierra, ya que es el hábitat de vida penetrada de tradiciones y valores, es el lugar donde se concentran las fuerzas y reposan los antepasados. Ese modo de concebir al suelo como un espacio sagrado, un lugar de esperanza e identidad, es la base y el sustrato de nuestra cultura. La violencia eminente ejercida contra los pueblos originarios, siempre estuvo ligada a la tierra.

Sin la garantía de tierra no hay condición alguna de sobrevivencia como pueblos portadores de culturas originales. La naturaleza nos brinda todo lo necesario para sobrevivir, por eso se debe actuar de forma planificada y comunitaria, no bajo la codicia y el poder del lucro económico y el consumismo compulsivo que violenta con los frutos de nuestra tierra.

Esta forma de saqueo es lo que ha producido el desequilibrio que está viviendo toda la humanidad hoy por hoy. Las catástrofes ecológicas son la respuesta de la tierra, son sus mecanismos de defensa pero esto es totalmente ignorado o parece no comprenderse por el pensamiento occidental.

Un interesante artículo de Lenadro Antiman (*)

El originario sabe que si se rompe el equilibrio con la naturaleza, se le está faltando el respeto y por lo tanto se pagan las consecuencias. Un originario no puede quedarse en silencio, siendo testigo del genocidio que se ejerce sobre nuestra tierra, este es uno de los principales motivos que nos movilizan a oponernos y a luchar en contra del desembarco de las multinacionales en nuestro territorio ancestral y a solidarizarnos con aquellos que, como nosotros, estén en esta lucha por la vida.

Las civilizaciones preindustriales perduraron decenas de siglos manteniendo un equilibrio con su entorno natural. Pero el modo de vida actual, edificado sobre un recurso agotable, el petróleo, se desgarra con desmesurada violencia en el intento de controlar su posesión, mientras degrada el ambiente, las tierras cultivables y el agua de consumo y trastorna con consecuencias impredecibles pero seguramente atroces “el clima del planeta”.

El pensamiento occidental concibe a la naturaleza como un recurso explotable del que se puede sacar rédito económico. Dentro del territorio que se considera como mundo occidental, también existen personas que luchan contra una concepción etnocentrista, conquistadora y colonizadora, destructiva de la vida y su diversidad.

Este tipo de pensamiento es el que se encarna en el poder histórico, evangelizador y militar de la iglesia católica, los estados nacionales y los capitales económicos. Los originarios estamos en contra de lo que los occidentales llaman progreso a costa de los recursos naturales, “No estamos proponiendo una vuelta al pasado.

Pero sí considerar seriamente que no todo lo nuevo por ser moderno es mejor, ni seguro, ni eficiente, ni sustentable y por lo tanto tampoco deseable, no todo lo viejo o ancestral es inútil e inaplicable”.

Los gobernantes no cuentan con políticas públicas que sean acordes a la visión de los pueblos originarios y su medio natural, no respetan que los pueblos originarios son preexistentes a la formación de los estados y eso trae graves consecuencias, los Estados actuales se han pintado una máscara hipocritamente progresista y capitalista, cómplices de las multinacionales que arrasan con nuestros recursos naturales.

Pu weychafe witrapurakelu engun, kallfu wenu kellukeyu engun. Kakummeayafiyiñ wezake wingka! Marichiweo!!!

(*) http://derechoareplica.org/index.php/derecho/103-elementos-de-justicia-restaurativa-en

(**) Publicado originariamente en http://www.mapuexpress.org/?p=13038