"Lo que hay de realmente importante en la sociología no es otra cosa que ciencia política", decía Antonio Gramsci. Tal vez por eso la segunda y concurrida jornada del seminario "Sociología de la realidad.argentina" se convirtió en un fructífero e infrecuente ejercicio (cada vez más) colectivo de reivindicación del argumento como forma de hacer y entender la teoría política con anclaje directo en el aquí y ahora. Un verdadero hallazgo en materia de construcción de preguntas y enunciación de aportes y esfuerzos de trabajadores, militantes, compañeros y colegas, tendientes a evocar lo gravísmo (en términos de Heidegger) de la hora que nos toca vivir. Sobre todo, porque el epicentro de ese encuentro fue una Facultad de Derecho. Esto no debería llamar la atención, pero desgraciadamente la producción de conocimiento emancipador no es una constante de nuestras universidades públicas. Si analizamos -como lo hicimos anoche- que la derecha ya ha concebido proyectos totalizantes de un país para pocos, la convocatoria adquiere un sentido indiscutible, teniendo en cuenta que la academia y los intelectuales parecen haber renunciado a ese esfuerzo y prefieren cortar camino, en el mejor de los casos, a partir de la reiteración de los microrrelatos que sobrevinieron al Consenso de Washington. Eso conduce a la frontera infranqueable del consignismo, reproduce lugares comunes, no trasciende el marco agitativo y facilita el peor desenlace social. Es una obligación ineludible de los intelectuales de la Patria hacer un esfuerzo actualizado, renovado y creativo, dirigido a la construcción de una epistemología crítica de la emergencia glocalizada. Los tiempos históricos no son, precisamente, generosos. No hay más lugar para el bronce. Sólo queda en pie el ágora del pensamiento no complaciente. Lo único urgente, para la academia, es pensar la construcción de un bloque histórico, adversario de las nuevas formas que asume el conservadurismo regional. El 12 de junio a las 19 nos volvemos a encontrar.