Por Diego Gómez (*)

En esta guerra los países imperialistas europeos jugaron su carta en pos de sacar provecho de la forzosa retirada del imperio otomano. Al mismo tiempo, los pequeños Estados balcánicos hacían ostensible su debilidad y dependencia de las principales potencias del continente.

Con el deliberado fin de terminar de arrojar fuera de los Balcanes al imperio otomano, los reinos de Serbia, Bulgaria, Grecia y Montenegro creaban, en 1912, la Liga Balcánica. Las hostilidades comenzaron el 8 de octubre de 1912 y finalizaron el 30 de mayo de 1913 con la total capitulación de los turcos, que iban a perder todo sus territorios europeos menos Constantinopla. La guerra acabó con la firma del Tratado de Londres, el 30 de mayo de 1913, que legalizó los ajustes territoriales con la severa supervisión de Gran Bretaña, Rusia, Alemania, Austria-Hungría e Italia. En estos acuerdos se podían observar los distintos intereses imperialistas de las potencias garantes: por un lado Austria-Hungría pretendía impedir la expansión del reino de Serbia, que por sus características nacionalistas expansivas (anexionarse Bosnia-Herzegovina) y su cercana relación con el zarismo ruso ponía en riesgo las posesiones territoriales y el desarrollo del capital austrohúngaro en la península. Italia se oponía a la creación de una Albania independiente y la reclamaba como un protectorado suyo (en 1939 Mussolini la iba a invadir justificando el “derecho histórico” italiano sobre la región). Rusia se ubicó detrás de Serbia y de Montenegro, bajo la excusa de defender la cristiandad ortodoxa, pero con el fin de tener dos enclaves políticos fieles a sus intereses. Gran Bretaña, Francia y Alemania intentaban neutralizar los objetivos imperialistas austrohúngaros y rusos, a la vez que desestimaban cualquier intento de surgimiento de una potencia regional (reinos de Serbia, Bulgaria o Rumania). En definitiva una insostenible y delicada negociación entre los imperialismos y los nacionalismos autóctonos que iba a terminar desencadenando la Segunda Guerra Balcánica (SGB) en 1913, y en la PGM un año más tarde.

La SGB iba a enfrentar a Bulgaria contra el resto de los vencedores de la Primera Guerra Balcánica (PGB) más Rumania y Turquía. Este enfrentamiento daba cuenta de los intereses nacionalistas e imperialistas de los contrincantes y sus potencias aliadas. Bulgaria salió derrotada, perdiendo los territorios que había obtenido en Tracia, Macedonia y Dobruja. Serbia, Montenegro y Grecia se vieron favorecidas al repartirse Macedonia y Kosovo. Rumania ampliaba su geografía en detrimento posesiones territoriales búlgaras.

Un año más tarde, el 28 de junio de 1914, en Sarajevo, la capital de Bosnia-Herzegovina, un joven nacionalista serbio llamado Gavrilo Princip (1) iba a asesinar al archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro. Como resultado, un mes después, daba comienzo la PGM con la invasión del reino de Serbia por parte de Austria-Hungría y la rápida puesta en marcha del sistema de alianzas imperialistas.

Cuatro años antes, León Trotsky, en relación a la cuestión nacional en los Balcanes escribía lo siguiente:

“El programa del proletariado no tiene nada que ver con esto. Se dirige contra las dinastías balcánicas y las cliques políticas; contra el militarismo de los Estados balcánicos y contra el imperialismo europeo; contra la Rusia oficial y contra la Austria-Hungría de los Habsburgo. Su método no es el de las componendas diplomáticas, sino el de la lucha de clases. No el de las guerras balcánicas, sino el de las revoluciones balcánicas” (2).

Lamentablemente para los pueblos balcánicos esto no iba ocurrir, pero no tan lejos, a finales de 1917 en las despóticas tierras del zar, iba a estallar la revolución rusa. Este acontecimiento demostraba que podía ser vencida la escoria capitalista en su fase más terrible: la guerra imperialista.

La importancia de la región

Los Balcanes (3) son una cadena montañosa ubicada en el sureste de Europa y han sido desde la partición del Imperio Romano (4), en dos, un territorio de transición, un puente entre oriente y occidente, entre Roma y Bizancio. Más adelante iba a ser un espacio en disputa entre el imperio otomano, el imperio austrohúngaro y los intereses del imperio ruso (enmascarados por el discurso paneslavista que decía defender los intereses de los cristianos ortodoxos). Las tensiones y competencias imperialistas de los siglos XX y XXI, es decir, la invasión del reino de Serbia por Austria-Hungría que dio comienzo a la Primera Guerra Mundial (PGM), la invasión nazi-fascista de Yugoslavia y la Guerra Civil en Grecia (se extendió hasta 1949) durante la Segunda Guerra Mundial (SGM), la disputa por dominio hegemónico del territorio entre la URSS y el bloque occidental liderado por los Estados Unidos de América en el marco de la Guerra Fría, y por último entre el definitivo intento occidental de conquistar los Balcanes y los intereses imperialistas de la Rusia de Putin, han provocado, en alianza y tensión con las distintas clases poseedoras y dirigentes autóctonas, diferentes conflictos bélicos que tienden a observarse e interpretarse como una singularidad “genética” y ahistórica del territorio.

La Primera Guerra Balcánica (PGB) no escapa a lo dicho anteriormente, como antesala de la Primera Guerra Mundial, más bien lo confirma. El imperio otomano se encontraba ya en plena decadencia, sus territorios balcánicos (tras haber llegado siglos a atrás hasta las puertas de Viena) habían sido perdidos, ya sea porque habían pasado a formar parte de Austria-Hungría (Eslovenia, Croacia y Bosnia-Herzegovina) o lograban su independencia como Grecia, Serbia, Montenegro, Rumania y Bulgaria. En ese contexto, las clases dominantes de los nuevos Estados independientes buscaban ampliar sus fronteras a costa de lo que quedaba de la Turquía otomana (Macedonia, Tracia, Kosovo y Albania). Pero rápidamente los nacionalismos locales, condicionados por los intereses imperialistas, radicalizaron sus ambiciones desencadenando la Segunda Guerra Balcánica, como medio para para dividirse el territorio conseguido como resultado del triunfo sobre las tropas del Sultán.

El concepto de balcanización, tanto como el de libanización, vietnamización, kosovización, etc, tienden a esconder los motivos y los intereses que hay detrás de las distintas guerras y conflictos. Al ser una característica de la región no sería posible, en principio, hallar los intereses económicos y geopolíticos de las grandes potencias económicas, pero al mismo tiempo se “necesitaría” de una “ayuda” exterior, de un poder foráneo que pueda poner fin a las hostilidades “irreconciliables”. En ese sentido se pueden interpretar la intervención de la OTAN, durante la guerra de desintegración de la República Socialista Federativa de Yugoslavia (1992-1995), y la agresión de la OTAN a la República Federal de Yugoslavia (Conflicto de Kosovo en 1999). En definitiva la conflictividad político-militar de los Balcanes ha estado ligada a intereses bien alejados de sus pueblos pero presentados (por los grandes medios de comunicación, la propaganda política y cierta parte de la historiografía) como una característica regional, como una “marca de nacimiento”.

Notas:

1. Gavrilo Princip era miembro de la organización nacionalista serbia “Joven Bosnia” que sostenía que Bosnia-Herzegovina era serbia y por esa cuestión Austria-Hungría debía ser expulsada de los Balcanes. 
2. Trotsky, León. “El Socialismo en los Balcanes: los socialdemócratas búlgaros y serbios”. https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1910s/19100000.htm. Aproximadamente 1910. 
3. Balcanes proviene de la palabra turca balkan, que significa montaña. Pero el término no hace, necesariamente, referencia a las características geográficas de la península ubicada en el sureste de Europa. Puede tener connotaciones políticas, culturales, religiosas, etc. 
4. El emperador Teodosio I (379-395), dividió al imperio en dos entre sus dos hijos: Arcadio recibió el Imperio de Oriente y Honorio recibió el de Occidente.

(*) Sociólogo. Colaborador de este espacio.