Por Eduardo Luis Aguirre

En la edición del último domingo de Página 12, el politólogo Atilio Borón alertaba sobre la composición ideológica y la biografía política de algunos de los funcionarios que acompañarán al veterano presidente que accede a la Casa Blanca una vez superada la "pesadilla" y el “peligro” que significaba Donald Trump. En uno de los párrafos de su artículo "Joe Biden en la Casa Blanca: ninguna ilusión”, Borón hacía referencia al protagonismo que en las embestidas de la derecha ucraniana -que se dieron en 2014 en el Maidán y que culminaron con el derrocamiento del entonces presidente Víctor Yanukóvich- había asumido la designada Subsecretaria de Asuntos Políticos del Departamento de Estado Victoria Nuland. Borón la describe alentando a las hordas golpistas y repartiendo agua a los conspiradores en la emblemática plaza que data del siglo X. La verdad, como suele acontecer, es bastante más compleja y el rol de Nuland parece haber sido mucho más grave en aquel entonces. Tanto, que algunos medios afirmaron que su "colaboración" con los golpistas habría incluido el aporte de15 millones de dólares (1). Como si fuera una constante histórica de la política exterior estadounidense y una evidencia de la forma en que influyen en la misma diversos factores de poder real, esta demócrata está casada con el politólogo republicano Robert Kagan. Se trata de un halcón republicano creador del "Proyecto para un Nuevo Siglo Americano", un think tank dedicado a promover la hegemonía norteamericana en todo el mundo. Nuland habría participado en lugares de decisión en varios golpes de estado previos, en las denominadas "revoluciones de colores" que en la década pasada se perpetraron en países particularmente sensibles en términos de equilibrio político mundial. En Ucrania la derecha fue acusada de ocasionar una masacre ametrallando a los manifestantes propios para precipitar la caída del gobierno. El periodista Carlos González Villa da cuenta de que en Kiev actuó también la organización (OTPOR- CANVAS) que debutara en las asonadas contra Slobodan Milosevic en Serbia y luego se exportara a otras regiones del planeta, hasta recalar posteriormente en América del Sur, en plena época de gobiernos populares, contra los que conspiró abiertamente con suerte diversa. Los golpes blandos o maniobras desestabilizadoras intentadas en Venezuela, Ecuador, Honduras, Bolivia, Paraguay y Argentina dan cuenta de una planificación sistemática desplegada a nivel continental. Dice González Villa: “Nuland es quien ha montado el operativo político interno, ha estado implicada incluso en la conformación del gobierno golpista”. No es una exageración: a principios de febrero, se filtró una presunta conversación entre ella y el embajador estadounidense en Ucrania, George Pyatt, en la que ambos hablan de quién debe formar parte del futuro Ejecutivo. Hablando sobre el líder opositor Vitaly Klitschko, Nuland dice: “No creo que Klitsch deba entrar en el gobierno. No creo que sea necesario, no creo que sea una buena idea”. Y más adelante añade: “Creo que Yats [en referencia a Arseny Yatseniuk] es el que tiene experiencia en economía”. Tras la salida de Yanukovich, dos semanas después, Yatseniuk obtuvo el cargo de primer ministro" (2).

Nuland estará sin ninguna duda apuntalada por el nuevo Secretario de Estado Antony Blinken. Se trata de un cultor de la diplomacia coercitiva que auspiciaba la invasión a Siria y que hace poco tiempo declaraba que “el gobierno de Biden intentará “dirigir más eficazmente” las sanciones a Venezuela, buscando más asistencia humanitaria para el pueblo venezolano. Además, dijo que continuará reconociendo a Juan Guaidó como presidente interino y calificó a Maduro como un “dictador brutal” (3).

Abstracción hecha de estas menciones puntuales, resulta imprescindible en nuestro margen permanecer atentos a lo que puede deparar el nuevo gobierno estadounidense para con las administraciones de los países díscolos.

El recorrido histórico elocuente de los demócratas en materia de intervencionismo militar y político en todo el mundo nos excusan de mayor detalle. Quizás sería oportuno recordar por último que el propio Biden fue vicepresidente de Obama, un mandatario galardonado sorpresivamente con el premio Nobel de la Paz, a quien el propio New York Times caracterizaba en 2016 de la siguiente manera:” Si Estados Unidos sigue en combate en Afganistán, Irak y Siria hasta el final del mandato de Obama –un hecho casi seguro ya que el presidente informó hace poco que enviará a Siria otras 250 fuerzas de Operaciones Especiales– dejará un legado inesperado: será el único presidente en la historia de Estados Unidos en ejercer su mandato de ocho años con el país en guerra” (4).



(1)   https://rebelion.org/mano-negra-tras-las-manifestaciones-en-ucrania/

(2)   https://www.elconfidencial.com/mundo/2014-04-24/quien-pago-a-los-francotiradores-de-kiev_120402/)

(3)   https://www.infobae.com/america/eeuu/2021/01/19/el-futuro-secretario-de-estado-de-joe-biden-dijo-que-continuara-reconociendo-a-guaido-como-presidente-interino-y-califico-a-maduro-como-un-dictador-brutal/

(4)   https://www.nytimes.com/es/2016/05/18/espanol/el-inesperado-legado-de-obama-ocho-anos-de-guerra.html