Por Fernando Casullo (1)
" El capitalismo ha creado, desde que reina en forma absoluta, las condiciones que permiten demasiado a menudo y trágicamente la asimilación del pobre, del proletario y del deportado, asociados en una comunidad de destino, despojados de su individualidad, sometidos, sujetos, sin esperanza de dejar las prisiones en las que se pudren, como quien expía una falta mayor , un pecado capital: el de salir a la luz, el de haber nacido"
Michel Onfray. Política del Rebelde[2].


Introducción
 
En cierto sentido la frase que titula esta ponencia se manifiesta a primera vista demasiado pretenciosa, presuponiendo un desarrollo completo de los modos foucaultianos de acercarse a la cárcel como problemática social. Es necesario aclarar, entonces, que no se profundizará sobre todo el extenso andamiaje teórico propuesto por Michel Foucault a partir de la de la prisión. Por el contrario se desarrollará una forma particular de abordaje al conflicto, pero visto con singular valor dentro de las herramientas que proporciona el pensador francés: las situaciones de resistencia al poder. Preguntarse de hecho si es posible la inauguración de una nueva filosofía política[3] también desde Michel Foucault, incerteza teórica planteada en cierto modo por Carlos Fernández Liria: "Primeramente, habría que decidir si Foucault piensa el poder del mismo modo cuando directamente lo convierte en su objeto de análisis y cuando habla de luchar contra él"[4].


Delimitado el eje central de análisis y teniendo presente la pregunta formulada, vale comenzar con una de las más importantes críticas que se le hizo al pensamiento foucaultiano sobre la acción de los individuos: si se entiende la práctica genealógica como también una política que se sustenta en un método de diagnóstico autocrítico, capilar y verdaderamente sin pausa, no es de descuidar la posibilidad de producir un efecto de parálisis en las acciones cotidianas de los individuos comprometidos. Aquella mirada profunda y dolorosa que Foucault construyera respecto a la sociedad moderna, por su propio peso crítico podría no posibilitar luchar o resistir ni mucho menos tratar de desarticular las redes del Dispositivo social. El poder se diseminaría tan mínimamente y cambiaría tantas veces de lugar o figura inteligible, que enfrentarlo podría llegar a ser como tratar de atajar el viento con las manos.  Por el contrario este trabajo defiende la hipótesis que esta aparente paralización de toda práctica positiva de los individuos políticos, puede comenzar a superarse analizando nuevamente la propia práctica de Foucault, sin constituir esto una confusión de dimensiones analíticas o un incorrecto entrecruzamiento de práctica y teoría: es él mismo quien anunciaba 'todos mis libros deben ser leídos como fragmentos de una biografía'.
El momento político a repasar será entonces la creación y dinámica propia del Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP), fundado por él con otras figuras de renombre en Francia a principios de los setenta[5]. Prácticas microfísicas como ésta conforman el programa más fuerte en la creación de nuevas producciones de poder. Es aquí donde se entrecruzan el ámbito socio político con el dominio de la historia.
 
El GIP.
 
El GIP se constituyó como un grupo que pretende ser el vehículo de expresión de las reivindicaciones de los presos y nunca como un modelo que intentara decir lo que se debe hacer. Remite esto al rol que Foucault se asignó a sí mismo y a sus compañeros en las luchas cotidianas. “El papel del intelectual ya no consiste en colocarse para decir la verdad muda de todos; más bien consiste en luchar contra las formas de poder allí donde es a la vez su objeto e instrumento: en el orden del , de la , de la , del ”[6]. El GIP no se erige a partir de una conducción hegemónica ni de una jerarquía en el orden del poder sino que funciona de acuerdo a movimientos de entrada y salida en consonancia con su modo de circular estratégicamente.
¿Cuál fue el proceso de gestación y la posterior conformación del GIP? ¿Qué elementos ofrece para el aporte genealógico en el orden de un sujeto activo, tanto individual como colectivo, en nuestros días? Quizás haya que remontarse al mayo del ’68 para encontrar allí algunos antecedentes inmediatos. Este suceso histórico puso en evidencia un fenómeno que muchos intelectuales franceses, como Roland Barthes y Gilles Deleuze, recién por entonces apreciaron con nitidez: a partir de allí el poder no será concebido como uno, central o monolítico sino como múltiple, plural, variado y se encontrará actuando desde los lugares más recónditos de la sociedad. Por su parte, Foucault afinó esta tesis asestando un duro golpe a la creencia en el monoteísmo del poder: rechazó su unicidad, su localización como poder de Estado, su vehiculización a través de los aparatos ideológicos; por el contrario privilegió la dispersión y la difícil identificación de  los poderes (ahora sí, en plural) que actúan allí donde haya fuerzas y resistencias recíprocas. El modo de acción de esos poderes no responde necesariamente a la violencia o a la represión; supone por el contrario una serie de estrategias de ida y vuelta concebibles más en términos de vectores, fuerzas, acción - reacción, dinámica y energías propios de una nueva física. “De allí una reconsideración generalizada de las tácticas y las estrategias en materia de lucha política. Ya no un enemigo frontal, un animal con cabeza de toro al que se podría sitiar como a un fuerte inexpugnable y al que se podría imaginar cercado y capturado, sino una infinidad de circunstancias, lugares, oportunidades, una electrificación de todas las intersubjetividades y de los espacios localizables entre los mismo individuos (...) De ahí el pasaje de una estrategia de guerra total a la reactualización de una táctica de guerrilla perpetua en todos los frentes en los que el combate parece posible”[7].
El GIP se constituyó con el apoyo y el compromiso efectivo de ciertos intelectuales de prestigio, sobresaliendo fundamentalmente los nombres de Jean Marie Domenach y Pierre Vidal Naquet entre otros. Domenach había sido conocido por su lucha constante en la resistencia francesa y redescubriría en el GIP el espíritu de autoorganización tan propio de las acciones contra el ejército alemán. Vidal Naquet, distinguido historiador de la época clásica, había sido uno de los primeros intelectuales en denunciar el uso indiscriminado de la tortura por parte del ejército francés en Argelia. A todos los unía una profunda desconfianza, e incluso desprecio, hacia un sistema legal que había abierto las puertas a la ocupación nazi, que había avalado las violaciones a los derechos humanos en Argelia y que sostenía en esos momentos uno de los sistemas carcelarios más retrógrados de Occidente. Es interesante citar textualmente algunos párrafos del manifiesto fundacional que, en formato de opúsculo, se presentó con el nombre de Intolerable. “Son intolerables: los tribunales, la bofia, los hospitales, los manicomios, la escuela, el servicio militar, la prensa, la tele, el Estado”[8].
Pero como correctamente afirma Didier Eribon, el objeto de fondo fueron las prisiones ¿A qué se debe ese especial interés por la prisión? En ese momento histórico se produjo el ingreso de vastos sectores de la juventud, altamente politizados, en las prisiones francesas. Los jóvenes universitarios, y en muchos casos de buena condición económica, debieron purgar sus penas en las cárceles, hasta entonces patrimonio exclusivo de los sectores más humildes. Esto llevó a la sociedad francesa  a adquirir verdadera dimensión del grado de deterioro, abandono e ignominia a las que eran sometidas las personas en estos lugares de supuesta reeducación. La declaración del GIP denunció duramente este nuevo estado de cosas con respecto al encarcelamiento: “ninguno de nosotros puede estar seguro de no ir a la cárcel. Hoy menos que nunca, el control policial de nuestras vidas diarias se hace más estrecho: en las calles y en las carreteras, sobre los extranjeros y los jóvenes, una vez más es un delito expresar una opinión; las medidas antidrogas están llevando  a un incremento de las detenciones arbitrarias. Vivimos el signo de la garde à vue -detención por averiguación de antecedentes-. Nos dicen que los tribunales están empantanados. Podemos verlos. Pero ¿y si fuera la policía quien la hubiera empantanado? Nos dicen que las prisiones están sobrepobladas. Pero ¿y si fuera la población la que estuviera siendo sobreencarcelada?”[9].
Las actividades del GIP mostraron a las claras la pluralidad de metodologías propias de esta nueva y revolucionaria estrategia de poder: manifestaciones callejeras (que habitualmente culminaban en violentas refriegas con la policía), huelgas de hambre, conferencias de prensa, solicitadas en los principales diarios y otras semejantes. Pero fundamentalmente los miembros del GIP priorizaron como metodología principal la denuncia de la situación carcelaria conformada de acuerdo a informaciones provistas por los propios presos, familiares, ex convictos y hasta integrantes arrepentidos del sistema penitenciario. Se publicaron en total cuatro folletos denunciativos que tuvieron una importante repercusión en la opinión pública. Estas investigaciones no pretendieron mejorar, ni siquiera suavizar el régimen carcelario, sino que constituyeron un ataque directo al corazón del sistema penal vigente. De esta manera el GIP se articuló de acuerdo a acciones políticas y cada una de sus investigaciones así debería ser leída. Estos programas no fueron llevados a cabo por técnicos de investigación o neutros especialistas, sino de acuerdo a la fórmula “los investigadores eran los propios investigados”. Con esto se colocó en el centro de la escena la palabra de los propios presos, entendida como una herramienta efectiva de denuncia sobre su terrible situación material. Sólo de este modo sería posible evitar que continuara ejerciéndose contra ellos una forma de poder altamente opresiva. Si el GIP se propuso que cada investigación debía fundar en esencia un acto político, ese acto también debía ser el primer episodio de una lucha. Esta lucha tendría que estar dirigida a objetivos bien concretos y precisos: instituciones con nombre y apellido, con una localización, con directivos y funcionarios propios. Las mismas debían reunir, en un concepto amplio de la microfísica, a todos los sujetos activos e involucrados con la realidad para constituir un frente en cada núcleo importante de conflicto.
Ahora bien, volviendo una vez más a la frase que rotula el trabajo, ¿cuál es la enseñanza filosófica y política que puede extraerse de toda esta discusión?, ¿es posible realizar una vigorosa lectura hoy sobre la práctica foucaultiana del GIP?, ¿Qué queda hoy en la lucha contra los sectores más oscuros de una Institución social como aquella?
 
La Cárcel en la actualidad : Dispositivo social y genealogía.
 
La Institución Carcelaria como problemática específica a retomar aparece en una posición encumbrada dentro de los elementos propios del modelo de exclusión social hegemónico, complementario con la marginación económica y política - verdaderos focos de debates mucho más amplios y profundos -. Sin embargo, es real que dentro de los procesos específicos de exclusión, la cárcel es uno de los espacios en torno al cual se ha construido una significación más que singular, en tanto y en cuanto, se representa como una Institución con un patrimonio de prácticas y discursos, "necesaria" para los propios separados y el resto de la sociedad. Allí entonces, a partir de la implementación de disímiles estrategias funcionales, los sujetos confinados "podrán ser redisciplinados" de modo tal que "volverán" en mayor o menor medida a participar del escenario social de manera "normal". Michel Onfray al respecto proporciona una imagen clara y crítica: "La prisión, el hospicio, el asilo y el hospital son maneras de desactivar las energías catalogadas como negativas con respecto a los dogmas de la religión comunitaria, lugares donde se tratan o se administran esas presuntas patologías sociales que obstaculizan la buena marcha, rentable, de la máquina gregaria"[10].
No es ilusorio ubicar en aquella línea los discursos predominantes que, sobre este tema, se difunden desde diferentes ámbitos (cabe señalar como uno de los primordiales el de los medios masivos de comunicación). Coexiste actualmente una suerte de  pedido "oficial" de  "endurecimiento" del sistema jurídico - carcelario caro al sentir liberal. Parece ser la única solución para el tan mentado problema de la Inseguridad según amplios sectores de opinión.
De todos modos, vale repetir, la cárcel como objeto de estudio y por sobre todas las cosas punto postergado en la agenda de discusión política - incluso de la intelectualidad progresista - no es la misma desde que Michel Foucault realizara sobre ella una quirúrgica mirada que se condensa bastante en de uno de sus libros mas importantes: Vigilar y Castigar[11] que "sorprendió a muchos porque parecía admitir que el discurso no constituía la realidad social. En cambio se demuestra que el conocimiento discursivo se produce al servicio de un poder social en expansión que penetra en forma creciente las instituciones modernas como cárceles, ejércitos, escuelas y fábricas. Se reconoce ahora que el discurso es un práctica social"[12] .
El libro sobre la prisión es uno de las obras más importantes del período del pensamiento de Foucault denominado genealógico, el cual, es sabido, se ubica posteriormente al primer momento caracterizado epistemológicamente como arqueológico. Dicha diferenciación esquemática indica de manera más profunda en su reflexión una redefinición sobre la problemática central del poder y los sujetos. "En Vigilar y Castigar la concepción básica del poder es muy distinta: el poder no se limita a decir <>, el poder es productor, produce cosas y sujetos, saber, discursos. (...)Así es que, no es solamente que haya que sumar una microfísica a un supuesto estudio físico del <>. Es que el poder mismo se ha vuelto microfísico. El poder en las sociedades modernas es una <> (...) su tecnología productora es la vigilancia y la disciplina y su producto la sociedad disciplinaria en que vivimos."[13]. Este poder podrá dar cuenta de un sujeto individual conformado de acuerdo a mecanismos de poder y de saber: en virtud de ellos se lo construye dócil, domesticado, castrado; en suma un sujeto normal(izado). Estas técnicas conforman entonces verdaderas tecnologías de subjetivación.
De singular importancia son sus análisis sobre casos institucionales; la modernidad que colocó a las instituciones como principio organizativo fundamental de la sociedad, al mismo tiempo sentó las bases para la vigilancia continua de los sujetos albergados en ellas.   El siglo XIX, pero también la sociedad actual, produjo el despliegue de una vasta red de instituciones de sujeción y control, entre las que sobresalen la cárcel, la escuela, la fábrica, el manicomio, el hospital y otras semejantes. Todas isomórficas al célebre modelo del panóptico: en una institución panóptica el poder se ejerce a través de la mirada de guardiacárceles, maestros, capataces y demás "funcionarios" políticos. Este ejercicio del poder da nacimiento a un tipo de saber respecto de los sujetos vigilados (presos, alumnos, obreros, locos, enfermos, etc.) que se registra cuidadosamente en archivos y documentos. Este saber de poca gloria que recoge la pequeña historia de vida de los individuos encerrados no es inocente sino que realimenta y hace más sutil el ejercicio del poder disciplinario.
Sin embargo, en el ámbito de la sociología política tampoco es correcto afirmar ciertamente que toda la sociedad se encuentre funcionando bajo dispositivos de control. “Cuando yo hablo de sociedad - dice Foucault- no hay que entender : cuando yo hablo de la difusión de los métodos de disciplina, ¡Eso no equivale a afirmar que ! En el análisis de los procedimientos implantados para normalizar no está ”[14]. De todos modos parece evidente que la sociedad actual es heredera de la modernidad: el siglo de las luces que ponderó la libertad humana, paradojalmente también fue el momento histórico que programó una sociedad basada en la vigilancia, el control y la corrección. Ahora bien, este proceso de conformación social no respondió a un proyecto absolutamente homogéneo o uniforme, ni a una maquinación direccionada, pero constituyó una racionalidad que vino a brindar características identitarias al mundo occidental. Si bien todo este cuerpo de saberes no se vio plasmado en grandes sistemas filosóficos, la racionalidad punitiva puede apreciarse con mayor nitidez en variados elementos entrelazados que conforman un tejido reticular que Foucault denominó Dispositivo y que técnicamente define de la siguiente manera: "Un conjunto decididamente heterogéneo, que comprende discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones morales, filosóficas, filantrópicas; en resumen: los elementos del dispositivo pertenecen tanto a lo dicho como a lo no dicho. El dispositivo es la red que puede establecerse entre estos elementos"[15]. Luego, precisando más esta definición, introduce en el concepto dos dimensiones más: primero, la naturaleza del vínculo que pueda existir entre todos estos elementos (como un juego de cambios de posiciones, de las modificaciones de funciones que también pueden ser diferentes). Segundo que por dispositivo él entiende también una especie de formación surgida en un momento histórico dado, que tuvo como función mayor la de responder a una urgencia social. El dispositivo tiene entonces para Foucault una posición estratégica dominante: "...la reabsorción de una masa de población flotante que a una sociedad con una economía de tipo esencialmente mercantilista le resultaba embarazosa: hubo allí un imperativo estratégico, jugando como matriz de un dispositivo, que se fue convirtiendo poco a poco en el mecanismo de control - sujeción..."[16].
 
Conclusiones
 
Seguramente la experiencia del GIP, como fenómeno combativo y rupturista - aún para el propio Foucault - pueda continuar inaugurando otras formas de prácticas, nuevas filosofías políticas,  que logren tal vez complementarse con modos más tradicionales, como ser la militancia política, sindical o estudiantil, proveyéndole parte del esquema crítico genealógico. No debe perderse nunca de vista la cualidad de original que posee toda esta concepción microfísica de la lucha cotidiana y regular contra una realidad que es desigual: coloca bajo una potente lente crítica todos los elementos constitutivos del dispositivo social (qué es sino, finalmente, la prisión) y con esto tampoco elude la disputa por una sociedad radicalmente distinta como una responsabilidad ineludible.
Cualquier intento de prolongar la discusión teórica más allá del horizonte de la práctica, colocando la miseria, el dolor, el sufrimiento sólo como conceptos carentes de sentido, propios del quehacer intelectual neutro;  seguramente tenga algo de impuro, de hegemónico, de conciliador: tal vez esta sea una de las mayores enseñanzas que la "vida y obra" de Foucault nos ha dejado.
 
[1] Universidad Nacional del Comahue. 
[2] ONFRAY, Michel, Política del Rebelde. Tratado de la resistencia y la insumisión, Buenos Aires, Perfil libros, 1999, p. 42.
[3] Véase GIGLI, Flavio Michel Foucault: aportes para una nueva filosofía política, Universidad Nacional del Comahue, Ponencia presentada en las II Jornadas Michel Foucault, Mar del Plata 1999.
[4] FERNANDEZ LIRIA, Carlos, Sin vigilancia y sin castigo. Una discusión sobre Michel Foucault, Madrid, Universidad Libertarias/Prodhufi, 1992, p. 22.
[5] Véase: ERIBON, Didier, Michel Foucault, Barcelona, Anagrama, 1992. Y
MACEY, David, Las vidas de Michel Foucault, Madrid, Cátedra, 1995, pág. 325.
[6] “Un diálogo sobre el poder” entrevista a Michel Foucault y Gilles Deleuze, en FOUCAULT, Michel, Un diálogo sobre el poder, Buenos Aires, Alianza, 1990, p. 9.
[7] ONFRAY, Michel,  op. cit. p.158.
[8] ERIBON, Didier, op. cit. p. 275.
[9] MACEY, David, op. cit. p. 325.
[10] ONFRAY, Michel, op. cit. p. 69.
[11] FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo XXI, 1989.
[12] COUZENS HOY, David, "Introducción", en, COUZENS HOY, David (comp.),  Foucault, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988,  p. 11.
[13] FERNANDEZ LIRIA, op. cit. p. 17.
[14] FOUCAULT, Michel; “El polvo y la  nube”, en La imposible prisión: Debate con Michel Foucault, Barcelona, Anagrama, 1982, p. 47.
[15] "El Juego de Michel Foucault", entrevista a Michel Foucault en FOUCAULT, Michel Saber y Verdad, Madrid, La Piqueta, 1991, p. 128.
[16] FOUCAULT, Michel, (1991) p. 129.
 
http://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/foucasullo1.htm