Por María Liliana Ottaviano (*)


“El otro ya ha sido suficientemente masacrado. Ignorado. Silenciado.

Asimilado. Industrializado. Globalizado. Cibernetizado. Protegido
Envuelto. Excluido. Expulsado. Incluido. Integrado. Y vuelto a asesinar.
 A violentar. A obscurecer. A Blanquear. A normalizar.
A normalizar excesivamente. A estar fuera y estar adentro.
A vivir en una puerta giratoria.
El otro ya ha sido lo bastante observado y nombrado como para que podamos ser tan impunes al mencionarlo y observarlo nuevamente.
El otro ya  ha sido demasiado medido como para que volvamos a calibrarlo en un laboratorio desapasionado y sepulcral… ¿Y si el otro no estuviera ahí??”
(Carlos Skliar, ¿Y si el otro no estuviera ahí?
 
La decisión de compartir con ustedes estas reflexiones, surgió un soleado pero frío viernes de julio, luego de dar (me) vueltas en mi cabeza historias de Otros atravesadas por nuestras prácticas, más específicamente 2 historias que en los 15 días previos a ese viernes reclamaron mi atención.
 
Antes de adentrarnos en el tema especifico de esta ponencia, es de mi interés definir el lugar desde donde pienso estas reflexiones, porque como dice Leonardo Boff[1] la cabeza piensa según donde pisan los pies… cada uno ve el mundo a partir de los ojos con los que lee… de esta manera, sigue diciendo Boff de manera más armónica que yo, cada lector es autor…. Cada punto de vista es la vista desde un punto…
 
Hace 6 meses que desarrollo mi tarea profesional en el ámbito de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud de la Provincia de La Pampa, llegué a este lugar con la mochila cargada de herramientas que me dieron mis maestros, uno de ellos fundamental para mi, el Dr. Rodriguez Kauth; otras herramientas provienen de mi formación de posgrado en la Universidad Nacional de Lanus, otras de mis 20 años de trabajo en la Dirección de Epidemiología. En éstos 6 meses se produjo el encuentro con personas maravillosas que desde diferentes lugares fuimos aportando a una construcción colectiva cuyo principal objetivo era y es visibilizar los Derechos Humanos de las personas con padecimiento mental, haciendo de la Ley Nacional de Salud Mental N° 26657/2010 el instrumento legal que nos permita ser generadores de practicas cotidianas con perspectiva de derechos. A su vez estamos en plena conformación del Órgano de Revisión  en la Provincia, lo cual nos posiciona en un lugar de privilegio para el monitoreo y defensa de aquellas personas que hayan visto vulnerados sus derechos en virtud de algún padecimiento mental.


 
Las 2 historias de las que les hablé al principio tienen en común que sus protagonistas son adolescentes. Que sus familias son definidas (por los profesionales que en algún momento tomamos contacto con ellos) como complejas. Que hablamos de ellos y decimos los pibes. Que uno de ellos tiene 13 años (de aquí en adelante será Alberto) y el otro 17 (quien de aquí en adelante será Federico). Que lo que hace diferente la historia del de 13 con el de 17, es que éste, no solo tiene 4 años más, sino que esos 4 años de más,  son 4 años más en los que sufrió más violencia, más abandono, más vulneración, más estigma, cuatro años más de estar al margen… que lo llevan a estar afuera siempre, para en un par de meses tal vez estar adentro…
 
Que siempre ponemos el foco en “los pibes”  y los describimos hasta el hartazgo, violentos, inadaptados, vagos, adictos…
 
Que pocas veces, a partir de la perspectiva de estas historias, logramos hacer foco en nuestras prácticas, en las intervenciones que desde el Estado deben llegar a sus historias. Así asistimos infinidad de veces a situaciones en la que quedan al descubierto prácticas e intervenciones fragmentadas y fragmentarias. Sin fundamento, Sin escucha. Porque sólo hablamos nosotros. Pocas veces damos la voz a quienes verdaderamente deben hablar (tienen mucho para decir), y así terminamos siendo generadores de más actos en estos sujetos lábiles, con escasas experiencias subjetivantes y simbólicas, que rápidamente pasan al acto como forma de dar cuenta, ante los demás, y ante nosotros mismos, de su propia existencia. 
 
Esta fragmentación queda al descubierto cuando nos sentamos frente a un expediente, que generalmente se inició por la denuncia de algún derecho vulnerado cuando eran niños… ese expediente está “sobre intervenido”, innumerables pases se cuentan en sus hojas (como diría Eduardo Aguirre, “…tiene más pases que el gol de Argentina a Serbia y Montenegro en el Mundial del 2006”). Pero cuando nos sentamos frente a estos niños/adolescentes su historia, su existencia transcurre paralela a esos expedientes y las intervenciones que el Estado logró instrumentar son parciales, fragmentadas, desarticuladas.
 
Entonces pongamos el foco, pongamos en tensión, pongamos en cuestión e interroguemos nuestras prácticas como miembros de los equipos técnicos del Estado.
 
Es la falta de políticas públicas las que generan ciertas opacidades en estas intervenciones?  O es la desarticulación  de nosotros como equipos técnicos? Es sólo la falta de decisión política? O somos nosotros que muchas veces nos apropiamos del Estado, en nombre de nuestra intelectualidad, nuestra especificidad, nuestra formación… en síntesis en uso y abuso de nuestro lugar de clase?
A veces pienso que estamos frente a algo más profundo, que es la producción y reproducción de clase dentro del sistema capitalista.
 
Tal vez es importante recordar el interrogante que oficia de título: ¿Por qué el Otro está ante nosotros???
 
Alberto, de 13 años deambuló toda la noche luego que su hermano mayor lo golpeó con un caño en la cabeza, justo al cumplirse el año de que hiciera lo propio su padre. El padre y la madre refieren que Alberto es rebelde, que lo tienen que enderezar, que está poco en la casa, que consume y la “adicción” lo volvió así…
 
Alberto llega una mañana de junio al Centro de Día, golpeado, sucio y ensangrentado. Buscando ayuda. Buscando cuidado. Se denuncia. Se implementa una medida excepcional. Se lo retira del hogar familiar. Se lo aloja en el hogar de varones. Quiere volver a su casa, “con su familia”, con “su madre”… (¿Quién no quiere una madre… y una familia que lo cuide?? sobre todo cuando se tiene 13 años.)
 
Se escapa del hogar de varones y se va a su casa. La hermana y su padre lo vuelven a traer. Nos reunimos los equipos técnicos. El expediente se había iniciado con una denuncia de violencia cuando Alberto tenía 7 años. Una hermana mayor también había sido objeto de una medida excepcional y retirada de su hogar. Hay otros hermanos. Una pequeña de 6 años.
 
Para algunos equipos, Alberto es un dulce, para otros es revoltoso, no acepta reglas ni normas, es violento. No quiere ir a la escuela. Diferentes miradores. Diferentes miradas. Opuestos?  No, complementarios. Muchos fragmentos para armar una unidad integrada.
 
Tal como lo explicita Morín, para poder dar cuenta de esta complejidad hay que recurrir a dos conceptos fundamentales: la noción de integralidad del conocimiento y la transdisciplinariedad. “La estrategia metodológica capaz de dar cuenta de la complejidad de los fenómenos de salud no se resume a miradas múltiples cohabitando o coexistiendo en un campo científico dado, sino que es preciso descubrir la unidad de esa inmensa diversidad compleja de objetos, miradores y miradas.” (Almeida Filho Complejidad y Transdisciplina. 200
 
Me preguntaba en una de las reuniones a las que asistí para pensar  y armar entre todos una respuesta integrada, ¿Cómo nos articulamos, para desarmar ciertos vínculos violentos, y acompañar a rearmar otros vínculos, y trasformar en parte su existencia??
 
En paralelo fuimos citados a una  audiencia judicial en la que se iba a definir el pedido de internación  fuera de la provincia por un diagnóstico de “adicción” para el adolescente llamado Federico. Ahí se expone que Federico ha protagonizado algunos actos de violencia contra su hermano y un amigo. Que abandonó la escuela,  que su madre nunca ha podido maternar. Que ha sido, Federico víctima de violencia de su madre. Que lo ha ido a llevar a diferentes instituciones porque, según dice su madre, no sabe que hacer con él, porque la droga lo pone loco.
Él refiere dormir mal en su casa, y hacerlo con un cuchillo bajo la almohada. Que el mejor lugar que él ha estado (que se ha sentido cuidado) es una escuela hogar. Que lo asemeja al Instituto de resocialización donde estaba en ese momento. Donde el equipo que hizo la valoración define algún trastorno de personalidad, con precariedad para simbolizar, y con problemas generados por el consumo. No adicción. Sin criterio de internación. La jueza instrumenta la decisión de no dar lugar a la internación fuera de la provincia por no existir criterio de internación por adicción. Se solicita a los equipos intervinientes la debida articulación para dar una respuesta integral a la problemática de Federico, quien al ser  informado de la decisión de la jueza, debe firmar el acta, y retirarse de la audiencia. Quien al momento de retirarse, entreabre la puerta que ya estaba cerrando y dice “Gracias”. Me conmuevo. Hay quien dice que es mi falta de costumbre. No es mi falta de costumbre. Es no resignarme ni acostumbrarme a estas historias. Es creer que algo es posible. Que tenemos espacios conquistados, políticas públicas a las cuales echar mano, leyes que delimitan y enmarcan nuestras practicas y protegen los derechos más humanos de todos y todas y en especial de niños, niñas y adolescentes, marcos conceptuales e ideológicos que legitiman nuestros haceres, nuestra tarea.
 
A Federico le queda poco más de 6 meses y cumplirá 18 años… es urgente que en éstos meses podamos entre todos y con él torcer el rumbo que por su condición de clase, de pibe pobre tiene definido. Que no sea la cárcel el único espacio que el Estado tiene para ofrecerle. Tenemos 6 meses para que Federico nos de la oportunidad de aprender a pensar prácticas e intervenciones con perspectiva de derechos. Para que cada vez haya menos Federicos.
 
La conformación del campo de la Salud Mental  está unida con los principios y valores de la democracia participativa, con la defensa de los derechos humanos. “El sector de la Salud Mental  es básicamente un ámbito multidisciplinario destinado a prevenir, asistir y propender a la rehabilitación de los padecimientos mentales, y lo hace desde una comprensión de los lazos sociales deseables, implementando determinadas políticas dirigidas a la integración social y comunitaria de los individuos involucrados”. ((Galende, E. De un horizonte incierto. 1998)
 
Ante esta complejidad, generalmente se cae en fragmentaciones del objeto, en este caso la salud es reducida preferentemente a los aspectos biológicos y las restantes dimensiones de la vida humana pasan a formar parte de la categoría condiciones de vida.
 
“Necesitamos concebir la insustentable complejidad del mundo en el sentido de que es preciso considerar en un solo tiempo  la unidad y la diversidad de los procesos planetarios  –procesos de salud-  sus complementariedades al mismo tiempo que sus antagonismos”. Morin (citado por Almeida Filho Complejidad y Transdisciplina).
 
La idea de complejidad sería el  eje principal que unificaría las diferentes miradas y contribuciones en dirección a un nuevo paradigma, que se pone en tensión con el  abordaje reduccionista del positivismo (cuyo objetivo es la simplificación de la realidad) este paradigma de la complejidad  debe respetar la complejidad inherente a los procesos concretos de la naturaleza, de la sociedad y de la historia.
 
¿Cómo definir la complejidad?
El término complejidad se puede referir “a la diversidad de las relaciones entre los elementos componentes de un dado objeto modelo” (Almeida Filho Complejidad y Transdisciplina). Será complejo aquel que, en su forma de objeto no puede ser explicado por modelos lineales de determinación.
 
El objeto complejo es multifacetado, blanco de diversas miradas, fuente de múltiples discursos, desborda los recortes disciplinares de la ciencia. De allí que para construirlo como referente es preciso operaciones transdisciplinarias de síntesis, produciendo modelos sintéticos, y para designarlo apropiadamente, es necesario recurrir a la polisemia resultante del cruzamiento de distintos discursos disciplinares.
 
¿Los conocimientos de los trabajadores del campo sociosanitario alcanzan para abordar la complejidad de lo social?; es mi intención que propongamos preguntas y no repitamos respuestas, porque ante la carencia de interrogantes, como plantea Almeida Filho domina lo instrumental que, con sus destellos y brillos, encandila y produce “parpadeos”. Pero debemos pensar para tratar  de escapar de las respuestas totalizantes.
 
La cuestión es que, considerando la insuficiencia de cada una de ellas aisladamente, ninguno de esos abordajes parciales puede dar cuenta de la necesidad de una síntesis. Creo que éste es el desafío del momento, justamente el punto crucial que se espera tal vez superar con auxilio de la teoría de la complejidad.  Morin propuso la expresión neutra "pensamiento complejo" en referencia a la capacidad del pensamiento de lidiar con la incerteza y la posibilidad de autoorganización.
 
La complejidad es relación y apertura, renuncia a un punto de vista único y absoluto desde el cual definir e interpretar la realidad. La complejidad abre espacio a la multicausalidad, para el pensamiento complejo es esencial considerar al sujeto y todos los mecanismos que lo condicionan. Morín expresa, complejo no es una “palabra maestra”, ni un “palabra solución” en todo caso es una “palabra problema”. La complejidad no es una solución, sino el desafío que debemos afrontar.
 
En los últimos tiempos, “los nuevos” problemas de la cuestión social han roto los límites entre ciencia y política y se presentan como objetos híbridos mezclando dimensiones de la naturaleza, de la sociedad, de la cultura, de la economía y desafiando prácticas y saberes tanto de lo político como de lo científico. Esos objetos híbridos interpelan de manera simultánea a la ciencia y a la política, como lo vemos en las violencias, el consumo de sustancias, el abandono escolar, la errancia juvenil. Estos son algunos de los ejemplos que entran en conflicto con los viejos dispositivos conceptuales de lo programático, que se dirigen verticalmente al territorio sin diferenciar culturas ni procesos sociales y le asignan al nivel local muy baja capacidad de tener/producir conocimientos. En esa lógica, los problemas se fragmentan, y los recursos materiales y el personal técnico abocado a la resolución de los problemas se vuelven ineficientes e ineficaces.
 
“Las dificultades para entender lo antes expuesto sobre las complejidades, induce al dominio de una lógica que reproduce más que produce, y lleva a que los  profesionales tiendan a atrincherarse en sus instituciones como forma de defensa ante eso “externo” que incomoda y desestructura, y que cada vez se entiende menos, ya que los problemas son más complejos y más distantes a sus epistemes.” (Spinelli H. Volver a pensar en salud: programas y territorios. Salud Colectiva)
 
Si podemos ir más allá de la presencia de los sujetos, y nos adentramos en sus existencias, se pueden trascender los factores de riesgo para pensar en términos de interacción y juego social, y descubrir las vulnerabilidades sociales y las lógicas de poder (macro y micro).
 
Las preguntas deberían marcan el camino del pensamiento, y la posibilidad de formularlas se relaciona con la riqueza del marco epistémico y teórico. Enfrentar lo no pensado, y aceptar el derrumbe de las certezas, permitirá realizar preguntas y evitar la naturalización, la queja y/o la anécdota. Por ello no se debe temer abandonar lo conocido que no resulta útil, para aventurarse en lo desconocido en un viaje sin certezas de éxito, apostando y siendo fiel a las apuestas, inscriptos en una lógica del acontecimiento y cuyos logros  sólo se reconocen al volver la mirada hacia atrás, identificando  lo construido que, en general, se ubica lejos de lo pensado/imaginado, sobre todo en su trayectoria.
 
Carlos Skliar en una de sus conferencias, titulada “Estar juntos” se pregunta acerca de las existencia de los demás, cuánto de nuestros proyectos, programas y dispositivos tocan la existencia de la gente??, cuánto de esas existencias es conocida por nosotros? cuanto de sus existencias pesa a la hora de tomar decisiones, o solo es un juego de presencias, dice el propio Skliar. El gran desafío es como volver interesantes nuestras intervenciones para cada existencia, las personas concretas nos dicen que muchas veces están allí… pero pocas veces han sido allí. Han estado (estar) frente a nosotros pero no han sido (ser) frente a nosotros: “no conozco mayor urgencia que la existencia de otro” (Skliar, Carlos: https://www.youtube.com/watch?v=5rPEZhEObzI)
 
Flexibilizar las instituciones y los dispositivos existentes, ésta ha sido una de las reflexiones que surgieron por estos días y ante estas existencias, que si bien no son diferentes a otras con las que han trabajado los equipos anteriormente, se presentaron ante mi, no sólo en un expediente o en una historia clínica. Se presentaron con su voz tenue casi silenciada. Con el malestar y el sufrimiento que provoca la violencia en el seno familiar. Con la lentitud con la que a veces operamos los equipos. Pero también se presentaron en un momento en el que algunos cuantos de nosotros estamos decididos a torcer algunos rumbos, a provocar algunos cambios, a hacer que las estructuras crujan, se muevan y si es necesario se caigan…
 
Sé que he hecho demasiadas preguntas, que donde había respuestas volví a plantear interrogantes y traté de poner en tensión las verdades acabadas, las certezas… tal vez alguien pueda venir y sin demasiado esfuerzo responder a todas ellas y dar certezas y entregar verdades… no quiero eso. Quiero que nos forcemos a seguir caminando con la incertidumbre como compañía. Intento seguir abriendo interrogantes, intento que me conmuevan las historias y los dolores ajenos, quiero seguir vibrando con estas cuestiones. Porque todo ello lo hago con la cabeza erguida.
 
Porque como dice el propio Skliar en uno de sus textos (y agradezco a mi hermana haberme acercado este autor) “no he querido responder a nada ni nadie, sino simplemente para volver a mirar bien. Y mirar bien, nuevamente, para que la mismidad se conmueva y atormente de una vez. Para que cuando el otro vuelva, nos invite a su misterio, nos haga diferencia, nos difiera”. (Skliar, C: “¿Y si el Otro no estuviera ahí?.)
 
 
Volver a mirar, no dónde creíamos. No donde pensábamos.
 
Bibliografía:
 
Ø  Spinelli H. Volver a pensar en salud: programas y territorios. Salud Colectiva. 2016;12(2):149-171. doi: 10.18294/sc.2016.976
Ø  Skliar, C: “¿Y si el Otro no estuviera ahí?. Ed. Miño y Dávila. 2002. Buenos Aires.
Ø  Almeida-Filho N. Complejidad y Transdisciplinariedad en el Campo de la Salud Colectiva: Evaluación de Conceptos y Aplicaciones. Salud Colectiva. 2006;2(2):123-146.
Ø  Galende, E. De un horizonte incierto. Psicoanálisis y Salud Mental en la  sociedad actual. Paidós.  1998. Buenos Aires.
Ø  Morin, E: de L'intelligence de la complexité, editado por L'Harmattan, París, 1999.. Traducción de José Luis Solana Ruiz.
 
 
 
 



[1] “Leer significa releer y comprender. Interpretar. Cada uno lee con los ojos que tiene. E interpreta a partir de donde los pies pisan. Todo punto de vista es la vista de un punto. Para entender cómo lee alguien es necesario saber cómo son sus ojos y cuál es su visión del mundo. Esto hace de la lectura siempre una relectura. La cabeza piensa a partir de donde los pies pisan. Para comprender es esencial conocer el lugar social de quien mira, vale decir, cómo vive, con quién convive, qué experiencias tiene, en qué trabaja, qué deseos alimenta, cómo asume los dramas de la vida y de la muerte y qué esperanzas lo animan. Esto hace de la comprensión siempre una interpretación. Siendo así, se vuelve evidente que cada lector es coautor. Porque cada uno lee y relee con los ojos que tiene. Porque comprende e interpreta a partir del mundo que habita.

(*) Lic. en Psicología (UNSL). Especialista en SMC (UNLa).  Magister en SP (UNC)