Por Eduardo Luis Aguirre

 

Asistimos a una mundialización capitalista sin freno y, en ella, las fuerzas políticas dan muestras de más debilidad que de fuerza” (Alain Badiou)

Durante lo que va del tercer milenio se ha profundizado la crisis de los principios y objetivos que dotaron de sentido a la ONU hace más de seis décadas. Ejercicios unilaterales del uso de la fuerza por parte de países poderosos al margen de la Organización, inéditas y cada vez más frecuentes operaciones policiales de alta intensidad o guerras de baja intensidad con o sin el consentimiento orgánico de las naciones, violaciones sistemáticas de DDHH en operaciones “humanitarias”, asesinatos de líderes opositores o “enemigos” que no merecieron amonestación alguna, y un crecimiento global de la percepción de la ilegitimidad y asimetría de las decisiones de sus organismos (en especial el cuestionado Consejo de Seguridad), han dado lugar a que algunos analistas y personalidades pidieran lisa y llanamente la caducidad de la Organización de las Naciones Unidas. Otros observadores, en cambio, asumieron que implicaría un riesgo cierto, en materia de Derecho Internacional Humanitario, la derogación de este formidable instrumento supranacional en un mundo en guerra que exhibe una relación de fuerzas tan asimétrica. Aunque pueda resultar paradójico, suponen que la Organización de las Naciones Unidas podría aspirar a constituirse finalmente en el eje ideal de una nueva forma de democracia planetaria, cumpliendo lo que dice el Capítulo I de su propia Carta (1). Como especularon Hardt y Negri en su libro “Imperio”, se debería conservar la expectativa de que semejante organismo político se convierta efectivamente “en una fuente positiva de producción jurídica a escala global”. Un nuevo centro de generación normativa en el que el proyecto de nuevo orden internacional no sea un fin en sí mismo, “sino una palanca histórica real que empuja hacia delante la transición a un adecuado sistema global” (2). Pero para ello, la ONU debería comenzar por resignificarse y democratizarse a sí misma, y esa reformulación debería abarcar, en primer lugar, al mencionado Consejo de Seguridad, ya sea a través de la anulación del poder de veto, de una ampliación de sus miembros o de sus incumbencias y facultades. La idea puede parecer utópica. Sin embargo, y esto es lo llamativo, fueron los propios miembros del “Grupo de Alto Nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio”, quienes en su momento propusieron dos modelos alternativos de reforma del Consejo. El Grupo se formó en noviembre de 2003, cuando el por entonces Secretario General Koffi Anandesignó a 16 políticos y diplomáticos prominentes de distintos países para que asumieran la tarea de identificar las graves amenazas que afrontaba la comunidad internacional, evaluar la capacidad de las Naciones Unidas para responder ante estos desafíos y recomendar los cambios pertinentes para que la Organización pudiera contribuir más eficazmente a la conjuración de los grandes problemas globales. Fue entonces cuando el Grupo hizo especial hincapié en las formas en que se adoptan las más sensibles y trascendentales decisiones en la ONU en materia de seguridad, y realizó propuestas concretas y urgentes de reformas al Consejo, lo que da la pauta de su genuina preocupación por el tema y de la gravedad y urgencia real del mismo. “El primer modelo propuesto —denominado modelo (A) — contempla la creación de seis nuevos puestos permanentes, especificando que dichos miembros no tendrían derecho de veto, más tres nuevos puestos no permanentes de la misma duración y carácter que los actuales, es decir, un mandato de dos años no renovables.

El segundo modelo —llamado modelo (B) — crearía una nueva categoría de ocho puestos no permanentes pero con un mandato de cuatro años renovables, y un nuevo puesto no permanente de duración y carácter igual a los actuales” (3).

Sin embargo, es necesario que la reforma sea más profunda en términos de democratización real y pacífica de las decisiones institucionales. La reivindicación de formas no punitivas para la resolución de los conflictos internacionales, entre otros la mediación, como se lo ha pensado en no pocas ocasiones, parecería un salto cualitativo enorme y posible. Sobre todo, en épocas de intervenciones armadas “humanitarias” realizadas con lógica de razzia mediante las que se perpetran los más espantosos crímenes de masa con el pretexto de salvaguardar, paradójicamente, los derechos, la paz y la democracia.

Esto no haría más que cumplir lo que dice la Carta cuando propugna entre sus objetivos el derecho de los pueblos a “practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará; la fuerza armada sino en servicio del interés común”.

Alain Badiou (1937), profesor emérito de la Escuela Normal Superior de París yuno de los filósofos políticos más respetados del mundo, ensayó  en el año 2004  una recordada biografía crítica de la ONUen su libro “Filosofía del presente”. Ese trabajo permitió escrutar y contextualizar de qué manera, durante casi medio siglo, la Organización atemperó la guerra fría entre los EEUU y la URSS, pero jamás dudó en transformarse en gobierno de las guerras locales, y en particular de las guerras estadounidenses y europeas. Desde la implosión de la URSS y la caída de los socialismos reales, dice Badiou, la ONU ha sido quien llevó adelante el concepto de “comunidad internacional”, en cuyo nombre se llevaron a la práctica decisiones por demás polémicas, comportándose como el parlamento cuyo  escrutinio diera lugar a la ficción de este supuesto sujeto. El brazo armado del mismo es el ejército de los EEUU y sus aliados menores. La situación actual  consiste en una regulación difícil de lograr entre el juego estadounidense del poderío (que es el  verdadero poderío, financiero y militar, de la “comunidad internacional”) y el juego parlamentario de la ONU, que es su ficción subjetiva” (4). La metafísica del poder estadounidense, según Badiou, es la metafísica del poder ilimitado. Para ellos no existen límites, porque “son capaces de todo”. Y cuando la “teoría del loco” es inconveniente o resulta inaplicable por cualquier motivo, acuden a escena organizaciones paralelas como la OTAN (de hecho, Badiou plantea que Francia debe dejar de integrar la alianza militar más grande la historia), el organismo ejecutor reconvertido en alianza militar ofensiva que debutara con este nuevo perfil bombardeando al que por entonces era el cuarto país más desarrollado de Europa: la antigua Yugoslavia. Ese ataque, perpetrado en 1999, no fue autorizado por el Consejo de Seguridad y puso al descubierto la debilidad de la ONU, que funciona -desde ese entonces y hasta ahora- siguiendo únicamente los dictados de los poderosos de la tierra.  Aquellos que, según el autor de “El ser y el acontecimiento” y “Manifiesto para la filosofía”, son los únicos aptos para decidir y llevar a cabo una guerra de agresión. “Una guerra principalmente abyecta, pero de la cual sólo se recusa el procedimiento de legitimación: no sólo debe ser decidida por aquellos que van a hacerla, sino también votada por aquellos que no tienen los medios para hacerlo” (5). En definitiva la ONU no hace sino reproducir el prejuicio colonial de que los países más poderosos de occidente representan a la humanidad, a la civilización humana en su conjunto. Una preocupación que desvela al filósofo de Rabat y que expone en el marco de su análisis sobre los crímenes de masas contemporáneos (6). En mucho de los cuales, desde su creación, la ONU se ha visto implicada.



(1)   http://www.un.org/es/sections/un-charter/chapter-i/index.html

(2)   Hardt, Michael; Negri, Antonio: “Imperio”, edición de Harvard University Press, Cambridge, Massachussets, 2000, p. 7, disponible en http://www.infojur.ufsc.br/aires/arquivos/michael%20hardt%20-%20antonio%20negri%20-%20imperio.pdf

(3)   Sanjosé Gil, Amparo: “Algunas reflexiones sobre el Informe del Grupo de Alto Nivel creado por el Secretario General y el futuro del sistema de seguridad colectiva de las Naciones Unidas.

(4)   y (5) Badiou, Alain: “Filosofía del presente”, Libros del zorzal,  Buenos Aires, 2005, página 25 y ss.

(5)   Badiou, https://www.youtube.com/watch?v=snQrWf1jS_w