En las próximas horas ,
Cataluña dirimirá mediante el resultado de una nueva elección su compleja relación con España y exhibirá el verdadero volumen de su pretensión soberanista y de la decisión política que impulsa una reivindicación histórica. Con abstracción de la multiplicidad de motivos que avalan -o no- la cruzada independentista (entre los que se entremezclan argumentos históricos, culturales, políticos y sociales con especulaciones económicos atravesadas por la disconformidad respecto de lo que consideran una injusta expoliación en el entramado de distribución de la coparticipación nacional) sorprenden las primitivas respuestas que ha ensayado Madrid frente a la masificación del reclamo, uno de cuyos últimos epicentros ha sido la reciente conmemoración de la Diada y la rotunda movilización popular que sacudió al gobierno central. Desde la ignorancia llamativa del presidente del gobierno Mariano Rajoy, que ha protagonizado un blooper impropio de su investidura, máxime tratándose de un líder de un miembro de la Unión Europea y de la OTAN (1), hasta las admoniciones del reaparecido Javier Solana, tristemente recordado por su rol en la tragedia de los Balcanes. En el medio, los disparates de Esperanza Aguirre, de algunos militares españoles y del Ministro de Defensa, entre otros. Las advertencias de pérdidas de ciudadanía, corralitos, denuncias penales contra el cuestionado Presidente de la Generalitat y la aparición en escena de sectores concentrados del capital financiero, dejando en claro su preferencia españolista y poniendo en cuestión la ingente literatura que desde hace años viene proclamando que "El Club Bilderberg" prohija el separatismo catalán como parte de un plan conspirativo que ya reconoce antecedentes no demasiado lejanos en Europa y en el mundo.


 La Presidenta del PP de Madrid, por ejemplo, ha manifestado hace pocos días que "el derecho a la secesión no existe" y que "no está en ninguna constitución" (2) . El Ministro de Defensa, Pedro Morenés, ha causado verdadero estupor al señalar que los militares españoles no intervendrìan en el proceso soberanista catalán "si todo el mundo cumple con su deber". "Si todo el mundo cumple con su deber le aseguro que no hará falta ningún tipo de actuación como la que usted está planteando"(3) . Inmediatamente antes de la Diada, el coronel Francisco Alamán había expresado públicamente, en similar sintonía con el Ministo de Defensa que las tentativas independentistas deberían pasar por encima de su cadáver y el de otros muchos militares”. Y agregaba: “Los militares hicimos un juramento sagrado: cumplir el ordenamiento constitucional que consagra la unidad de España como principio irrenunciable. También juramos defender su integridad territorial hasta con nuestras propias vidas. Tenemos algo que esa gente nunca tendrá: sentido del honor y sentido del deber” (4). El ex secretario general de la OTAN Javier Solana, ha advertido al presidente de la Generalitat, Artur Mas, de que si Cataluña se independiza "mediante la ruptura de la legalidad", los catalanes «no podrán ser miembros nunca de la OTAN ni de la Unión Europea". Y ha admitido que le produce una "enorme tristeza" ver que una parte de España, que «hizo un gran esfuerzo para entrar en la UE», ahora «quiere salirse», que es lo que ocurrirá si en Cataluña se lleva a término el plan soberanista (5). Cabría preguntarse si el mismo sentimiento de magnanimidad le habrá despertado el despedazamiento de la ex Yugoslavia. Pero no lo sabemos, y no tenemos cómo preguntárselo. Según dan cuenta algunos medios peninsulares, en las últimas horas el Ministerio del Interior de España desplazó a Cataluña a cientos de agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) para la jornada electoral que se está desarrollando en estos momentos, a pesar de que la competencia en materia de seguridad compete en Cataluña a los Mossos d’Esquadra. Más aún, la propia jerarquía policial española se habría trasladado a la ciudad condal de cara a los comicios, al igual que distintas Brigadas de Información de la Policía con asiento natural en distintas provincias españolas. Las Brigadas de Información -cabe recordarlo, y así lo anota la prensa local- son las estructuras locales de la Policía para luchar contra el terrorismo y otros extremismos violentos. Por si esto fuera poco, el Gobierno nacional ha colocado nada menos que al Ministro de Relaciones Exteriores, José Manuel García Margallo, como interlocutor oficial de los referentes políticos soberanistas. Un gesto ostensible e inequívoco si los hay. En ese contexto de singular sensibilidad, se esperarán los resultados del plebiscito. No importa que los números no le alcancen a las formaciones independentistas para acceder a un referéndum. La historia ya no volverá a ser la misma. Por una parte, los catalanes tienen en claro que, aún accediendo a la independencia, no perderán la ciudadanía española a menos que así lo decidieran, por imperio del artículo 11.2 de la propia Constitución del país, que expresamente señala que ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad. Y que si conservan la ciudadanía española, van a conservar la europea (algo que al parecer no tenía claro el propio Presidente del Gobierno). Y que además no aparece del todo claro que la UE, en ese escenario, hiciera primar sus normas internas por sobre los fríos datos de la economía que evidencian que Cataluña produce el 20% del PBI español, lo que invita a reflexionar sobre la supuesta "inviabilidad" del proceso soberanista. Proceso que, vale destacarlo, no es compartido por la totalidad de los catalanes. Son muchos los que están a favor de la soberanía. Pero se espera que el número de sufragios a favor del "Sí" implique una mayoría insuficiente para avanzar por la vía del referéndum. Pero la gran mayoría de quienes habitan Cataluña están cansados del destrato histórico y sistemático de Madrid, que durante la administración del PP ha alcanzado ribetes escandalosos, como podemos observar. Algunos hechos significan, además, verdaderos insultos a la inteligencia de los catalanes. No puede leerse de otra manera la amenaza de gambeta corta que algunos políticos han espetado en el sentido de que, de frente a una eventual independencia, los catalanes no podrían asistir a un popular concurso de baile que, como en la Argentina, se lleva a cabo en un programa de la televisión española. La anécdota parece sugerir que, definitivamente, el gobierno central quiere apagar el incendio con nafta. Hasta los catalanes menos informados saben que en la pulsión independentista subyace una disputa macreoconómica de claras connotaciones distributivas. O sea, se plantea un problema político que debería merecer respuestas políticas. Ni con banalidades ni con tanques parece poder encarrilarse la cuestión, sino mediante un diálogo y una vocación democrática que permita la expresión del conjunto. Eso que, hasta ahora, el PP no ha demostrado. 
 (1) http://iniciativadebate.org/2015/09/22/rajoy-en-onda-cero/ 

(2) http://www.lavanguardia.com/politica/20130917/54386674992/esperanza-aguirre-independentismo-ocurrido-catalunya-educacion-nacionalista.html#ixzz3mpsHdQl5 

(3) http://miradescritiques.blogspot.com.ar/2015/09/morenes-rechaza-que-el-ejercito-actue.html 

(4)http://www.republica.com/2012/09/18/malestar-entre-oficiales-del-ejercito-por-el-desafio-catalan-y-la-pasividad-del-gobierno/  

(5) http://www.abc.es/elecciones/catalanas/2015/abci-solana-otan-201509231051.html